martes, junio 12, 2007

Monstruosa autocomplacencia

"General, tenga cuidado con su hija. Ha intentado sentarse sobre mis rodillas cuando yo estaba de pie". (Humphrey Bogart, "El sueño eterno").

Alguna vez he leído (la duda me posee y ahora no recuerdo donde, pero es probable que fuera en el sobre de azucarillo del bar de la Calle de la Espátula - y el café estaba frío-) que "cada hombre lleva un libro en su interior". Eso es algo tan estúpido como decir "acostarse temprano y levantarse temprano hacen al hombre ya -sabe- usted-qué". Y aquí Groucho tiene algo que decir:

"Esto es una paparrucha. La mayor parte de la gente rica que conozco prefiere dormir hasta mediodía y es capaz de despedir al criado si se les molesta antes de las tres de la tarde. Decidme, os lo ruego (y esto lo he sacado de "Mujercitas"), ¿qué personas son las que se levantan con el alba?. Policias, bomberos, basureros, conductores de autobús, dependientes y otros de las clases más humildes. No ves a Marilyn Monroe levantándose a las seis de la mañana. La verdad es que yo no veo a Marilyn Monroe levantándose a ninguna hora, lo que es una lástima."

Me siento pletórica, yo hoy no he madrugado, lo que invariable y groucheanamente me convierte en un ser de la más alta alcurnia, como un juez, un Rey o un escritor de novela erótica. Por otra parte, está el añadido de que en mí se cumple a la perfección eso del libro en el interior; (nótese que bien uso el punto y coma) en el interior de mi bolso hoy llevo la ligera obra randyana de "La Rebelión de Atlas" a la que doy gran utilidad en los momentos de espera, sopor o atraco repentino, y así poco a poco quizás logre terminar esta novela antes del año 2078 (también recuerdo haber leído y tampoco recuerdo donde, ¡qué útil les soy!, que algún excéntrico ser humano -debía ser alguien famoso, asi que con estos dos datos bien podría ser José Luis López Vázquez -aunque ahora dudo de si este hombre está vivo o muerto- había solicitado que le enterraran en un ataud de cristal para no sentir el agobio claustrofóbico que el clásico ataud conlleva. A mi se me ocurre que además de esa excelente idea del cristal, le añadan una pantalla de plasma, un dvd y la serie completa de Frasier para pasar la eternidad de manera mucho más entretenida, donde va a parar. Perdonen, pero aquí ya no sé si va guión, paréntesis, punto y coma, corchete o pi, asi que cierro con el punto y final y me quedo como unas santas pascuas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con usted. Enseguida que alguien está disfrutando con algo o se está divirtiendo, allá que aparece el padre Peyton de turno! nos suelta un sermón, nos hace sentir mal o culpables o idiotas y él se va tan satisfecho, por haber sido tan listo y encima contento por haber ejercido una función tan moral(qué bonito me ha salido! perdonen sé que está muy mal, pero tenía ganas de autocomplacerme)Si tuviera que elegir entre los sermoneadores de antes o los de ahora-no me gusta ninguno, claro- elegiría a los de antes pues no ocultaban que su sermón era un sermón; sin embargo, los de ahora los disfrazan de dudosos análisis científicos o sociológicos. Hijos míos, no sermoneís nunca, está muy feo!

Anónimo dijo...

acto de atricción: no sermoneéís nunca! (perdonen)
Y perdonen otra vez, no sé quien fue el padre Peyton.

Donna Angelicata dijo...

"No voy a decirle que no quiero sermonearle. Recuerdo que Henry dijo una vez que todo hombre que es predicador aficionado empieza siempre diciendo eso y después procede a romper su palabra: "Yo quiero sermonearle"."

Anónimo dijo...

Lejos de mi intención llevar a cabo tal fechoría. Además, los sermoneadores suelen firmar sus sentencias con claras rúbricas.
(pincelada cultural: en francés, "serment" -juramento- y "sermon" -sermón- se pronuncian de la misma manera, y compartir raíz)