domingo, febrero 24, 2008

Orlando Furioso

Suele suceder que tras asistir a una obra operística, mi ánimo se eleve hasta su cenit y me mantenga jovial y feliz durante el resto de fin de semana. Y es que hoy, pese a lo sombrío y gélido del día, he mantenido cálido el recuerdo del Orlando de ayer en el Palau de les Arts, como les dije el viernes, un tanto cruelmente.

"Orlando" es una ópera en tres actos basada en el Orlando furioso de Ariosto, que narra las aventuras de un caballero envuelto en la locura debido a un amor frustrado. Al frente del reparto vocal se encontraba el contratenor Bejun Mehta, sobrino del maestro indio Zubin Mehta.

No soy nada docta en música clásica, pero sé discernir entre un "Me entusiasma" o "Me repugna". Sé que deberían haber graduaciones pero como tengo una irracional tendencia al maniqueismo, esta vez me inclinaré por el febril y más ardiente entusiasmo. No conocía esta ópera de Haendel y también era la primera vez que asistía a ver una ópera barroca, así que reconoceré un ingenuo entusiasmo previo.


Musicalmente es una delicia aunque en los descansos escuché unas cuantas críticas en referencia a lo endeble del libreto. En su momento, la ópera barroca parece que sufrió una denigración por su falta de dramatismo, pomposidad y vacuidad. Bueno, está bien que no sea de una profundidad wagneriana o una vivacidad mozartiana pero a mi me pareció una pieza llena de arias maravillosas, melodías encantadoras y, además, la manera de poner música a la locura hace que esta trama sea muy atractiva. Y es precisamente este momento, la escena de locura de Orlando al final del segundo acto, uno de los momentos más hermosos de la obra.

Este género no ha gozado del favor del público en general. La discografía, hasta hace unos años había ignorado estas obras salvo algunas excepciones. Parecía que Haendel solo había escrito El Mesías, algunos conciertos, la Música para los reales fuegos artificiales, la Música acuática y una ópera, Giulio Cesare, ignorando casi sistemáticamente las cincuenta y tantas óperas restantes que produjo a lo largo de su vida.

Ya que el tema central son los gigantescos celos que Orlando siente por su amada Angelica (no, no soy yo) los que le arrastrarán, como hemos dicho, a la locura y pérdida, por tanto, de toda razón, aprovecho, mis celosos amigos, para dejarles con estos fragmentos de un estudio del magno texto, que no deberían perderse, de Robert Burton, "Anatomía de la melancolía":


"Los celos, sus equivocaciones, su nombre, definición, alcance, tipos distintos: de príncipes, padres y amigos. Entre las bestias y entre los hombres, antes del matrimonio y entre rivales.

“Una variante de la melancolía amorosa, al igual que el amor heroico”
“Los hombres melancólicos son propensos a los celos"
“Los celos son una de las causas de la melancolía; un síntoma y una pasión llena de furia, casi tan extendida como el propio amor"
«No hay amor sin una buena dosis de celos; quien no siente celos, no ama»

Los celos se han descrito o definido como, cita a Juan Luis Vives:

"Cierta sospecha que el aman­te tiene respecto a la persona a quien ama encendidamente, y que consiste en el temor de que él o ella puedan estar enamorados de otro»
“Un deseo acuciante de disfrutar de un ser hermoso en solitario, de tenerla en pro­piedad sólo para sí”
“El temor o las dudas de que algún extraño pueda participar o compartir el amor que uno tiene”

Escalígero: «El temor de perder los favores de la persona a quien tanto se quiere». Cardano «Celos de amor, y un tipo de envidia ante la posibilidad de que se nos engañe»
Petronio: «Emulación furiosa de los amantes»
Geoffrey Chaucer. 1º Cuentos de Canterbury: "Cuando esta pasión hace acto de presencia, resulta sumamente violenta, un tormento indescriptible, una tortura infernal, una plaga diabólica". Ariosto ("Orlando Furioso") : "Es una furia, una fiebre perpetua, llena de desconfianza, de temor y tristeza, un martirio, un monstruo que se burla de nosotros. Es una inmensa difi­cultad, una carga sumamente insoportable, un corrosivo para cualquier con­tento, un disparate y una locura en sí misma"

Causas de los celos según R. Burton. Quiénes son más propensos. Ociosidad, melancolía, impotencia, larga ausencia, belleza, lujuria: nada en sí mismas.
La seducción, según el momento, el lugar, las personas, las malas costumbres. Causas.

Los hombres del sur son de temperamento caliente y, por ello, más lascivos y celosos
Italia y España: con tantos maridos celosos.

En Alemania, Francia, Gran Bretaña, Escandinavia, Polonia y Moscovia la gente no está tan afectada por tan terrible enfermedad.

En Holanda, las jóvenes doncellas van de la mano con los muchachos cuando salen de casa o acuden a patinar sobre hielo ‑tal es la inocente libertad de que gozan‑, y se alojan juntos cuando están fuera de sus casas sin levantar sospe­cha alguna.

En Francia, los hombres suelen cortejar a las esposas de otros, las visitan y las acompañan del bracete por la calle, sin que nadie lo vea mal.

En la mayoría de los países nórdicos, los jóvenes y las doncellas bailan juntos con familiaridad, al igual que los hombres con sus esposas.

Los españoles: vigilan a sus mujeres y no permiten que otros hombre se les acerquen, ni siquiera en las iglesias, excepto si un claustro les separa.

Según Montaigne: Esta contumaz pasión ¿afecta más a las mujeres que a los hombres?
Algunos dicen que las mujeres pelirrojas, pálidas, de ojos negros y voz aguda son sumamente propensas a los celos (cita nº 2240.)

Causas más específicas son las que siguen

-La impotencia,
Cita: Comelio Galo: epigrama a su querida Licóride:

“...Y busca ya a otros jóvenes y otros amantes,
y me llama a mí viejo impotente y decrépito”

En los ancianos, de naturaleza fría y seca, casados con mujeres «cuajadas de savia», jóvenes y lascivas.

“Ella era joven, él era viejo,
y por ello temía ser un cornudo”
(cita nº 2246)

El maltrato a la mujer
“Él era celoso, y ella le hizo cornudo por mantenerla encerrada.
Las sospechas infundadas y el maltrato son ya motivo suficiente para hacer que una mujer, que en otra situación habría sido honesta, quiera volar.

«Cuando la mujer cree que su marido vigila, se siente más inclinada a pecar»
«Pecan con más libertad y se despojan de todo pudor»

-Querer demasiado a la esposa. Algunos hombres son siervos de sus mujeres.
- Perder el juicio por ella, ser demasiado afeminado, enfermar en lugar de la esposa, (los tiberinos, guardar cama en su lugar cuando ellas paren..)
«hechizado por su mujer, no podía estar alejado de ella ni un segundo; cuando salía fuera, llevaba su pañuelo próximo al corazón, y no bebía más que la copa en que ella hubiese posado antes sus labios» (cita nº 2259, Séneca)

-Si habitan en lugares sospechosos, como tabernas infamantes, o en las proximidades de un burdel o, como añade Nevizzano, cerca de monjes y frailes.
Marcial, entre los antiguos, arremetió contra esas mujeres que fingían una enfermedad para poder acudir a menudo a los baños:
Tras abandonar a su esposo, llegó hecha una Penélope y se fue vuelta una Elena”.

-Las cortes de los príncipes, pues hay allí «demasiados pretendientes jóvenes dispuestos a hacer todo tipo de promesas ... ».

Síntomas de los celos según Robert Burton : miedo, pena, desconfianza,
conductas extrañas, gestos, ultrajes, encierros juramentos, juicios, leyes, etc.

Además de miedo y pena, que son comu­nes a toda melancolía, ansiedad de espíritu, desconfianza, acusa­ciones, pensamientos agitados, palidez, delgadez extrema, negligencia en los negocios y otras cosas semejantes.

Es una pasión muy vehemente, una perturbación furiosa, un dolor amargo, un fuego, una curiosidad perniciosa, una hiel que corrompe la miel de nuestras vidas, una locura, un vértigo, una plaga, un infierno.

Los hombres celosos se hallan más inquie­tos de lo normal, pierden «la bendición de la paz», (Crisóstomo), y aunque sean ricos, «los más desgraciados de todos», «nadie hay más triste que ellos», son más desconfiados de lo habitual."

Los celos, dice Vives, «generan intranquilidad de espíritu día y noche. El afectado capta cada palabra que oye, cada susurro, y lo amplifica en su mente (al igual que hacen todos los melancólicos por otras razones), hasta calumniar a otros con la mayor injusticia; malinterpreta cada cosa que se dice o hace, y es proclive a confundirse y pensar lo peor»

Curación de los celos según Robert Burton: evitar las ocasiones, no estar ocioso; buenos consejos; condenarlos, no vigilarlos ni encerrarlos; disimularlos, etc.

A ninguna se la puede custodiar contra su voluntad, ni vigilar puedes su mente; aunque lo vigiles todo: cierra puertas y ventanas, que el adúltero estará dentro. «Es difícil vigilar lo que muchos desean». La mejor actitud, por tanto, es dejarles hacer su voluntad y concederles libertad absoluta, sin vigilancia nin­guna.
"Yo, Penélope, seré siempre la mujer de Ulises"

martes, febrero 19, 2008

Entendimiento

Boswell: "Señor, ¡yo es que a usted no le entiendo!
Dr. Johnson: "Señor, he encontrado un razonamiento idóneo para usted pero no me considero en la obligación de encontrarle también un sensato entendimiento".
"La vida de Samuel Johnson". James Boswell.

"La mayoría de la gente dice que está de acuerdo con Bernard Shaw o que no le entiende. Yo soy el único que le entiende y que no está de acuerdo con él." G. K. Chesterton

"Hasta que el marido no entiende absolutamente todas las palabras que su mujer no ha dicho, no estará realmente casado." Alfred Hitchcock.

Entiendo que no me entiendan.

sábado, febrero 09, 2008

Paradojas

“Los tres jinetes de la Apocalipsis”. G. K Chesterton
El narrador, refiriéndose a un hombre que iba a ser ejecutado, escribe: «Luego se envió un aplazamiento para salvarlo; pero como el hombre que llevaba el aplazamiento murió en el camino, el prisionero fue liberado después de todo».

Aunque las resoluciones chestertonianas suelen moverse en un campo lógico-causal (al fin y al cabo, no son más que desciframientos), en algunos relatos como en “La ráfaga del libro” el padre Brown utiliza una desigualdad matemática (convence a alguien de que cero más cero más cero es igual a cero) para resolver el caso. Su argumentación la apoya en una comentario a al siguiente pasaje del Macbeth de Shakespeare: «Los hombres creen en las en las cosas más extrañas si se dan así en serie; por eso Macbeth creyó las tres palabras de las tres brujas, aunque la primera era algo que supo por sí mismo y la última algo que sólo él podía contar de sí mismo».

Una de las ideas repetidas en El hombre que fue jueves es «nos ocultaremos mediante el procedimiento de no ocultarnos para nada». Este argumento es sometido en un relato de Borges a una variación curiosa, en la paradoja pensada por el ingenioso Bogle. Éste le propone a Tom Castro hacerse pasar por alguien con el que no guarda ningún parecido ya que «intuyó que la enorme ineptitud de la pretensión seria una convincente prueba de que no se trataba de un fraude».

Para finalizar:

«Pero el verdadero resultado de toda experiencia y el verdadero fundamento de toda religión es éste: que las cuatro o cinco cosas cuyo conocimiento es más prácticamente esencial para un hombre, pertenecen todas ellas a la categoría que la gente denomina paradojas. Es decir, que aunque todos nosotros las vemos al correr de la vida como meras verdades sencillas, no podemos sin embargo, decirlo fácilmente así con palabra sin resultar culpables de aparentes contradicciones verbales.» (...) «Una de esas paradojas que deberían enseñarse a todo niño que balbucea en las rodillas de su madre es la siguiente: Que mientras más mire el hombre una cosa, menos la ve, y que mientras más aprende un hombre una cosa, menos la sabe.»
Enormes Minucias, Calleja, Madrid, p.66. G. K Chesterton

martes, febrero 05, 2008

La mujer del tiempo

Regreso de un insufrible y monumental atasco (menos mal que llevaba a Phillip Glass conmigo -escuchen la belleza del segundo movimiento de su "Violin Concerto"-). Procedo inmediatamente a ingerir ciertos alimentos necesarios para mi supervivencia en este turbio planeta y acto seguido, me lanzo con una majestuosa voltereta al sofá, cosa que por poco provoca un dislocamiento del hombro derecho y una humillación eterna. Tras echar un rápido vistazo al apasionante mundo televisivo, me decido a continuar con mi lectura (ya lo expresó muy bien Groucho Marx en aquella famosa sentencia suya) de "Sinuhé, el egipcio". Mientras el muchacho nacido en Tebas me cuenta como aprende las lecciones de medicina en La Casa de la Vida, recuerdo súbitamente, entre sangre coagulada, craneos abiertos y recosidos, que hubo una vez en la que yo escribía cosas -y tontas- en un lugar en el que había otras personas que comentaban esas mismas tonterias y muchas veces las superaban con creces. Y no crean que no lo echo de menos, pero entre el trabajo, los atascos, Sinuhé, las obras completas de Bach de Brilliant (los Reyes no fueron muy generosos, pero yo sí que lo fuí, viva yo) y las colas para comprar capsulas de Nespresso, el tiempo es .... como dijo Laplace: "El tiempo es lo que pasa cuando no pasa nada más". Pues bien, les diré, como dice Woody Allen en su último libro: "Lo que sí sé de física es que, para un hombre situado en la orilla, el tiempo pasa más deprisa que para un hombre que se halla en un barco, sobre todo si el hombre del barco va acompañado de su esposa".

Yo no tengo esposa.