viernes, diciembre 28, 2007

Reestructurando el blog

Como últimamente ando escasa de ideas y por lo visto ya sólo el gran Chesterton puede salvarme, he tomado la inexpugnable decisión de dejarles las riendas a ustedes, mis queridos aurigas, para hacer un blog únicamente con sus brillantes comentarios. Me falta pensar el formato que tendrá, pero al mismo tiempo pienso que es algo de lo que podrían hacerse cargo ustedes, entrañables marmotas.

Una colosal vagancia me invade y por ello he decidido dedicar lo que me queda de existencia (esto deben ser quince horas, cuatro días, seis semanas, tres meses o cuarenta y cinco años bisiestos) a una feliz vida de planicie intelectual. Mis próximos compañeros literarios serán la Guía televisiva de Bielorrusia los jueves por la noche, "Disminución de la contaminación bacteriana de la horchata de chufas por pretatamientos del tubérculo", "Corrosión interna de las bombillas rojas burdelarias" o "Si quieres adelgazar, vade retro a los pasteles".

Conociendo sus bellas almas, supongo que me desean lo mejor en ésta, mi nueva y borrica etapa.

Angelicalmente suya (justo desde este momento, ya no soy más de ustedes)

domingo, diciembre 23, 2007

Navidad

El espíritu de la Navidad
G. K. Chesterton

Me lanzo de manera temeraria a escribir sobre el “espíritu de la Navidad”, tema que presenta una dificultad preliminar sobre la que he de ser bien franco. Hoy día la gente es muy curiosa en la manera de hablar sobre el “espíritu” de algo. Existe por ejemplo, un tipo particular de fatuo hipócrita que está siempre sermoneándonos sobre si tenemos el “espíritu la verdadera cristiandad” aparte de todos los nombres y formalidades. En la medida en que lo consigo entender, quiere decir exactamente lo contrario de lo que dice. Lo que quiere decir es que hemos de seguir los nombres “cristiano” y “cristiandad”, y otros por el estilo, para referirnos a algo en lo que es precisamente el espíritu lo que no es cristiano; algo que es una especie de combinación de optimismo sin fundamento de un ateo de un ateo norteamericano con el pacifismo de un manso hindú. De la misma manera leemos mucho en el periodismo moderno y en la sociedad de consumo sobre el Espíritu de La Navidad; pero se trata en realidad del mismo tipo de transformación. Lejos de preservar la esencia sin lo extremo, se preserva lo extremo donde no puede darse lo esencia. Significa tomar dos sustancias meramente materiales, como las flores de aguinaldo y guirnaldas de Navidad, y esparcirlas sobre enormes hoteles cosmopolitas que no tienen nada de hogareños, o alrededor de las columnas dóricas de clubes fríos e impersonales llenos de viejos caballeros cínicos y desanimados; o en cualquier otro lugar en donde menos posibilidades tenga de encontrar el espíritu de Navidad. Pero hay también otra manera en la que la complejidad moderna de la sociedad de consumo devora el corazón de algo, dejando al mismo tiempo el corazón pintado. Me refiero al sistema elaborado en el exceso en la dependencia en comprar y vender, y por lo tanto en el bullebulle; y en consecuencia, el descuido de las cosas nuevas que se podría hacer según la vieja Navidad.

(...) La temporada de Navidad es doméstica; por esa razón la mayoría de las gente hoy día se prepara para ella luchando en los tranvías, esperando en las filas, apresurándose en los trenes, amontonándose desesperados en las cafeterías y preguntándose cuando por fin llegará a su casa o si llegará de alguna manera. No sé si algunos desaparecen para siempre en una tienda de juguetes o sencillamente se reclinan y mueren en una cafetería; pero por la impresión que dan es muy posible que así ocurra. Justo antes de la gran festividad de la familia y del hogar la población entera parece quedarse sin familia y del hogar. Es el triunfo supremo de la sociedad industrial el que en ciudades enormes que parecen tener demasiadas casas hay una desesperada escasez de viviendas. Grandes multitudes de nuestros pobres llevan ya tiempo acabando prácticamente en nómadas. Hasta confesamos el hecho, pues hablamos de alguno de ellos como de los “árabes de calle”. Pero esta institución domésticas en la frase irónica actual, ha ido más allá de tal normal anormalidad. La fiesta de la familia transforma en vagabundeo tanto a ricos como a pobres. Se encuentran tan desparramados por el desconcertante laberinto de nuestra tráfico y de nuestro comercio que a veces ni siquiera pueden alcanzar la cafetería; no sería modesto, por supuesto, mencionar la taberna. Encuentran difícil entrar en el tumulto en los hoteles, por no decir nada de cómo volver a sus casas. Y me gustaría expresar todo lo contrario de una irreverencia cuando digo que su único punto de parecido con la familia que es arquetipo de Navidad es que no hay sitio para ellos en la posada.

La Navidad está construida sobre una paradoja hermosa e intencional: que el nacimiento del que no tuvo casa para nacer sea celebrado en todas las casas. Pero este tipo de paradoja no es intencional y ciertamente no es nada hermoso. Está muy mal que no podamos desenredar del todo la tragedia de la pobreza. Está muy mal que el nacimiento del que no tuvo casa para nacer, celebrado en el hogar y en el altar, vaya a veces sincronizado con la muerte de gentes sin hogar en asilos y en barrios pobres. Pero no falta que nos regocijásemos en esta universal agitación que cae sobre ricos y pobres de igual manera; y me parece que en este asunto una reforma de la Navidad moderna.

Emitiré otro brillante destello de paradoja haciendo observar que la Navidad ocurre en invierno. Es decir, no es solamente una fiesta dedicada a la vida doméstica, sino que es una colocada deliberadamente bajo condiciones en la que resulta muy incómodo correr por ahí fuera y resulta muy cómodo quedarse en casa. Sin embargo, bajo las complicadas circunstancias de las modernas convenciones y conveniencias, surge una paradoja más práctica y mucho más agradable . La gente tiene que recorrer precipitada durante unas cuantas semanas aunque sólo sea para estar en casa una pocas horas. La antigua y saludable idea de estos festivales de invierno era la siguiente: que al estar encerrados y cercados por el frío, eran forzados a redescubrir sus propios recursos; o en otras palabras, que tenía una oportunidad de mostrar si había algo dentro de ellos . Y no es seguro que la reputación de nuestros buscadores de placeres, de esos que están más a la ultima moda, pasaría esa prueba. Si se les apartara del poder del dinero y de la maquinaria, se descubrirían una cuantas revelaciones espantosas de algunos de estos favoritos de la alta sociedad. Están acostumbrados a que se lo hagan todo; y aunque van a los más recientes bailes americanos, dan la impresión de que son sólo son los músicos negros los que bailan. Pero, de cualquier forma, pensando en termino medio de la humanidad sana, creo que cortar todas estar conexiones mecánicas tendría un éxito revivificante que le despertaría por completo de su estupor. Ahora mismo, se les acusa siempre de que se divierten; pero ni siquiera hacen algo tan noble o tan apropiado a su dignidad humana. La mayoría de ellos ya no pueden ni siquiera divertirse, pues se han acostumbrado a ser divertidos.

La Navidad podría ser algo creativo. Se nos dicen aun por los que más la alaban, que su valor principal reside en mantener antiguas costumbres o juegos de tiempos pasados. Y la verdad es que vale para esos dos admirables propósitos. Pero en el sentido que ahora hablo podría ser posible una vez más dar la vuelta completa a esa verdad. No es tanto cosas viejas como cosas nuevas que una Navidad auténtica podría crear. Por ejemplo, podría crear juegos nuevos, si de verdad se empujara a la gente a inventar sus propios juegos: La mayoría de los juegos más viejos empezaron con el uso de utensilios o muebles ordinarios. La terminología del tenis, por ejemplo fue hallada en la misma estructura del patio de una antigua posada. Y se dice también que los postes en el juego de cricket no eran originariamente nada más que las tres patas del taburete para ordeñar vacas. Podríamos ahora inventar nuevas cosas de este tipo si recordáramos quien es la madre de la invención. Qué agradable sería un juego en el que ganásemos puntos por acertar a dar al paragüero o en la bandeja con la comida, o incluso en la cabeza del anfitrión o de su esposa, por supuesto con algún proyectil hecho con algún material suave. Los niños que tienen la suerte de que se les deje solos en su cuarto inventan por su cuenta no sólo juegos enteros, si no también dramas y todo tipo de historias; inventan lenguajes secretos; crean familias imaginarias; y producen afanadas revista familiares. Este es el tipo de espíritu creativo que queremos en el mundo moderno; y lo deseamos pero no lo tenemos. Si la Navidad pudiera ser más y no menos doméstica, creo que habría un vasto incremento en el auténtico espíritu navideño que es el espíritu del niño. Pero mientras que nos damos a este sueño debemos una vez más invertir la convención actual en la forma de una paradoja. Es cierto que en un sentido Navidad es la época del año en que hay que dejar las puertas abiertas; pero yo cerraría las puertas en Navidad, o por lo menos justo antes de Navidad; y vería entonces el mundo de lo que somos capaces de hacer.

No puedo sino recordar con una sonrisa, que hemos mencionado en otra y controvertida página de este libro, a una señora que se estremecía al pensar las cosas perpetradas por mi correligionarios una vez cerradas sus puertas. Mi recuerdo se suaviza con la distancia y con este tema, y me siento ahora en el extremo opuesto de la controversia. Espero que esa señora, y todos los que piensan como ella, tengan también la sabiduría de cerrar sus puertas para descubrir que sólo cuando todas las puertas están cerradas encontrarán lo mejor adentro. Si son puritanos, cuya religión se basa solamente en la Biblia, que sea por una vez la Biblia familiar. Si son paganos que no pueden aceptar otra cosa que no sea el festival de invierno, que sea al menos una fiesta de familia. La discordancia o incomodidad de que se quejan los críticos modernos en la reunión familiar no se debe a que ese fuero mítico se haya dejado medio encendido, sino a que se deje enfriar del todo. Fragmentos fríos de una cosa que antes estaba viva se encuentran ahora amontonados chapuceramente; esto no es argumento en contra de la revitalización de esa cosa. Los juguetes de Navidad se bamboleaban de forma incongruente en presencia de paganos y poderosos que anhelan en ese momento estar jugando al golf. Pero eso no altera el hecho de que podrían estar mucho más alegres y hasta hacerse mucho más inteligentes si supieran jugar con esos juguetes; y son unos pelmas en lo que se refiere al golf. Su embotamiento no es más que último producto moral del progreso mecánico del deporte organizado y profesional en ese mundo rutinario fuera del hogar. Cuando eran niños, en el secreto de sus hogares, es muy probable que casi todos ellos soñaban aventuras y dramas nunca escritos que les pertenecían a ellos tanto como Hamlet pertenecía a Shakespeare o Pickwick a Dickens. ¿No sería más emocional si el tío Fernando, en lugar de escribir con detalle todo los golpes con que debería haber salido del hoyo de la arena en el golf, dijera con toda franqueza que estuvo en un viaje al fin del mundo y que acababa de cazar la Gran Serpiente del Océano?. La conversación del tío Javier sería mucho más intelectual, si en lugar de contarnos en que medida había disminuido su handicap en el golf, pudiera decir todavía con convicción que era el rey de las islas Kangaroo, o gran jefe de los indios Rango Dongo. Estas cosas, proyectadas desde dentro se encontraban en casi todos los espíritus humanos; y es normal que su inspiración sea tan del todo machacada por las cosas de afuera. Que ni por un momento se suponga me encuentro yo entre los tiranos de la tierra, decidido a imponer mis propios gustos o a forzar a todos los demás niños a que jueguen con mis propios juegos. No es que no aprecie el juego del golf; es un juego admirable. Lo he jugado, o mejor dicho, he intentado jugar con él, algo que se considera como lo opuesto a jugar al golf. No faltaba más: dejemos que jueguen al golf los que jueguen al golf, y dejemos que las organizaciones sigan organizando, si su idea de organización es algo así como un organillo. Dejémosles que jueguen al golf día tras día; dejémosles que jueguen al golf trescientos sesenta y cuatro días, con pelotas del golf embadurnadas con pintura luminosa para que las puedan seguir en la oscuridad. Pero que quede al menos alguna noche en que las cosas se hagan luminosas desde dentro: y un día en que los seres humanos busquen todo lo que está enterrado dentro de ellos mismos, y que descubran, pues es ahí en donde de verdad está escondido -detrás de portales y balcones cerrados, y detrás de puertas tres veces atrancadas y acerrojadas- el espíritu de la libertad.

jueves, diciembre 20, 2007

Donna Angelicata se empluma

Apreciados amigos, me place informarles que el próximo mes de enero podrán disfrutar de los absurdos, dislates y bobadas de una servidora en el jovial suplemento de la revista Chesterton, "La Gallina ilustrada", la cual tendrá el increíble y demente detalle de publicarme un artículo. (http://www.chesterton.es/ y http://www.chesterton.es/lagallina/)

Hay un premio de un filtro de porcelana para aquellos lectores que adivinen tras qué gallináceo artículo me escondo. No se alteren, aún tienen unos días de feliz ignorancia. Malgasten, quiero decir, aprovechen su tiempo estas fechas viendo "¡Qué bello es vivir!" por trigésimo octava vez, tocando la pandereta o escribiendo una novela romántica. (Supongo que con esto, lo que quiero es desearles... desearles... no, no puedo decirlo).

lunes, diciembre 17, 2007

¡Sed vosotros mismos!

Un animus iucundi (sirva la locución latina para destacar mi elevado intelecto) me dominaba ayer. Con cierto infortunio, opté por desempolvar uno de los cientos, ¡qué digo!, cientos de miles, ¡qué digo!, miles de millones, ¡qué digo! ... (detener la hipérbole a tiempo es de sabios; y ahora que lo pienso, quizá hacerla sea de idiotas) de libros que me miraban acusadoramente desde sus estratosféricas posiciones.

Accidentalmente me topé (no en vano digo accidentalmente pues fue el diabólico volúmen el que topó directamente, ¡¡y de pico!!, con mi cabeza) con uno de los así denominados - y lo digo con rubor- “de autoayuda”. ¡Arg!

A pesar de mi inicial escepticismo y terror, la verdad es que su comienzo logró despertarme ipso facto (atención, ¡otra locución! hoy estoy especialmente brillante, lo sé) de mi aletargado estado. Y sin más circunloquios, iré al grano, justo al contrario que las óperas alemanas.

Comenzaba de la siguiente manera: “Sé tú mismo”.

Este sencillo pero tajante imperativo no pudo menos de sumirme en una atroz perplejidad cercana al colapso mental y posterior desmayo cual lánguida damisela con la mano en la frente, del cual me recupere con el único consuelo de que pronto vería ese libro en llamas. Y es que díganme, ¿cómo demonios se puede ser uno mismo si a uno le obligan a ser uno mismo?. ¿Acaso se puede ser natural artificialmente?. Llámenme enrevesada o lo que quieran. Me voy a ser yo misma.

sábado, diciembre 01, 2007

El oro del Rin -Wagner-




Dolorosamente hermoso este acorde wagneriano en Mi bemol Mayor que algunos han identificado como un pensamiento puro hecho música. En este caso, sirviendo de entrada al comienzo de esta pelicula de Terrence Malick, "El nuevo mundo".

Con el “Oro del Rhin” comencé una nueva senda, en la que tenía que hallar los temas de la naturaleza plástica que, en evolución cada vez más individual, habrían de revestir como exponentes de las diversas formas de la acción y de los sentimientos. La particular frescura de la naturaleza que parecía alentar sobre mí, desde este paraje, como el viento vivificador de las montañas me hizo soportar sin fatiga todos los esfuerzos de mi obra.”

(Carta de Wagner a Roeckel)

"La obra más ambiciosa de la civilización occidental" dijo Deryck Cooke sobre la monumental Tetralogía wagneriana.


La obra ‘El Oro del Rhin’ se inicia con un largo pedal orquestal en la tonalidad de Mi bemol Mayor que da cuerpo al Preludio - al principio, tan sólo se escucha la nota tónica generadora del acorde ‘mi bemol’-. Es la llamada ‘nota primigenia’ o ‘sonido primigenio’.

"Al poco tiempo, se agrega la quinta (si bemol), creando una atmósfera etérea y poco definida en la tonalidad inicial. Merece la pena resaltar el cometido del contrafagot y de las trompas solistas.
El tema que emerge ahora en el fagot y en las trompas (tonalidad de Do Mayor) es tranquilo, profundo y misterioso. Wagner mantiene todavía la nota pedal (mi bemol), generando un cromatismo (armonía cromática) algo violento, que favorece esa atmósfera misteriosa. Nótese la intencionalidad manifiesta de Wagner de recrear el origen primigenio mediante la cuidadosa selección de la tonalidad. Nada se deja al azar. Todo está perfectamente estudiado en la obra del músico alemán. Muchos expertos han creído ver aquí una clara evocación al agua primigenia.

De esta manera, Wagner ha creado una suerte de perpetuum mobile (una variación de un canon llevado a sus últimas consecuencias; es decir, ad infinitum y sin solución de continuidad), que muere bruscamente tras la exaltación producida con la primera interrupción vocal."

Wagner concibió el inicio de El oro del Rin mientras echaba una siesta a orillas de un lago en la localidad italiana de Spezia. En sueños vio a una ninfa “que silbaba un acorde en mi bemol mayor”, que se repetía con diversas variaciones. Wagner se despertó súbitamente, completamente consciente de haber encontrado el arranque de su obra.

Prodigioso arranque.