miércoles, septiembre 12, 2007

Aplacar al monstruo mediante migajas

Es curioso como releyendo algunos pasajes de la autobiografía de Groucho Marx, se puede terminar escribiendo una entrada sobre algo por completo ajeno al asunto que inicialmente se hubiera tenido en la cabeza para hoy. Pero así es la vida, cambiante y digresiva, como Liuva sabe. La ingeniosa frase (no podía no serlo) de Groucho que me ha conducido inexorablemente al tema que más adelante expondré, ha sido la siguiente:

"(...)Los resultados de sus apreciaciones eran tan aproximadamente exactos como las predicciones de Chamberlain sobre Hitler." ("Groucho y yo").


Efectivamente, el foco de atención es hoy Neville Chamberlain y su así llamada, Política de Apaciguamiento.

Puede que este belicoso tema sorprenda a los lectores, que habituados al estilo ligero, grácil e ingrávido de este blog, se queden absortos ante el denso cambio que están a punto de experimentar. Bien, ya quedan avisados por si alguno sufre del corazón (no en sentido romántico, o también, no sé).

Me gustaría insertar como comienzo la espléndida y conocida frase de Churchill, que en realidad resume prácticamente todo, y puede que incluso me libre de tener que decirles nada más:

"Os han dado a elegir entre la indignidad y la guerra; habéis elegido la indignidad, pero tendréis también la guerra". " (Winston Churchill).

En fin, como no quiero parecer perezosa y les quiero causar una buena impresión, transcribiré algo más de este pacífico personaje.

Neville Chamberlain fué Primer Ministro del Reino Unido de 1937 a 1940, justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Fué conocido por la "Política de Apaciguamiento"("Appeasement") que llevó a cabo tras reunirse con Hitler en 1938 y, junto con Francia e Italia, firmar el llamado Pacto de Munich. En el desempeño de su cargo, su principal objetivo fué evitar una guerra europea por encima de todo. El acuerdo resultante de dicho Pacto, implicaba la aceptación por parte británica y francesa de las demandas territoriales del dictador alemán Adolf Hitler consistentes en la cesión de los Sudetes, una región de Checoslovaquia, limítrofe con Alemania en la que residía una importante minoría de población alemana.

Gran Bretaña y Francia que, tras los horrores de la Primera Guerra Mundial, deseaban evitar una nueva guerra a cualquier precio, cedieron ante Hitler a cambio de que éste se comprometiera a no exigir la soberanía sobre más territorios europeos. Pero esto es como pactar con el lobo. Hitler olió debilidad y sucedería lo inevitable.

A su regreso a Inglaterra, Chamberlain declaró que había asegurado la paz en aquella hora convulsa de Europa. Chamberlain agitó el famoso documento que recogía el pacto, fué vitoreado como un héroe de la paz, el diálogo y el entendimiento y proclamó que se había alcanzado "La paz de nuestro tiempo". En cambió, a Churchill se le reprochó su tenso semblante. Chamberlain había aceptado las garantías ofrecidas por Hitler para mantener el equilibrio europeo. Era el año 1938. Al poco, todo cambió.

Alemania invadió Polonia en septiembre de 1939. Chamberlain reconoció el fracaso de su política y prometió su apoyo a Polonia. El periodo de la política de apaciguamiento concluyó el 31 de marzo de 1939, cuando el gobierno británico, en respuesta a las nuevas demandas alemanas, garantizó la seguridad de Polonia de forma unilateral y declaró la guerra a Alemania. Churchill sucedía a Chamberlain tras su dimisón y tomaba el mando. Comenzaba, con otras muchas causas, la Segunda Guerra Mundial.
Según cuenta Churchill, «Chamberlain pensaba que tenía una especial percepción del carácter de Hitler y el poder de medir con astucia los límites de la acción de Alemania".

Casi setenta años después, esta parte de la historia nos resulta extrañamente familiar. Me pregunto, cuándo y dónde la habremos presenciado. Análogamente, en esta nueva historia también se ha querido aplacar al monstruo mediante migajas. Pero, como ya se ha dicho, el monstruo lo quiere todo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Usted me desconcierta, pero como: el desconcertador que me desconcierte buen desconcertador será... Tiene usted razón, los Chamberlain de turno se revisten de una máscara moral que parece justificarles, quieren la paz y cosas así, pero en realidad lo que tienen es miedo ante el bravucón de turno,al que más grita. A mí me recuerdan a esos alumnos, los segundones o terzones o como diablos se llamen que cuando el matón de recreo de colegio va a atizarle al débil, le dan la razón al fuerte porque el pobre lo que en realidad hacía era provocarle. Despreciables!. Y encima van de buenos.

Anónimo dijo...

Qué viaje más extraño haces hoy, de Groucho Marx a Hitler pasando por Chamberlain y Churchill, y acabando en un perverso símil con ZP. Eres cruel, muy cruel metiendo a ZP en el mismo saco que Chamberlain y Hitler. A veces te sale el Mr. Hyde que llevas dentro y te vuelves siniestra, como cuando comparaste a la Piaf con un gremlins. Hoy no hay saludos.

Donna Angelicata dijo...

¡Siniestra!

¡Bueno!, ojalá pudiera decir que la analogía es mía, pero no, ni siquiera lo es. Creo que hace unos meses, la comparación ZP-Chamberlain fué ampliamente difundida por muchos medios escritos. Lamento la decepción.

Por otra parte, es evidente para cualquiera que sepa leer en elemental castellano que yo no voy a tomar en cuenta para nada lo que son manifiestos errores de interpretación lectora (juzgo que esto, en todo caso, es algo que debe ocupar y preocupar a otros), y resulta innecesario decir que en ningún momento se ha metido a nadie en el mismo saco que a Adolf Hitler.

PD: Con todo el debido respeto, yo seré siniestra pero tú no olvidas ni perdonas (¡pese a una disculpa edithpiafiana pública!)

Saludos

Anónimo dijo...

Perdone, srta. Angelicata, pero usted me da miedo(ahora me arrepiento de mis menciones a su falstaffiano volumen). No me gustaría ser su enemigo

Anónimo dijo...

Hay quien la ve cruel por lo expuesto en su escrito, yo por el contrario la veo más angelical que nunca.

Sigurd dijo...

Un lobo y un cordero sintieron sed, fueron a beber y coincidieron en el mismo río. El lobo bebía y, aguas abajo, hacía lo mismo el cordero. Entonces el lobo empezó la disputa y dijo al cordero: "¿Por qué enturbias el agua que bebo?" a lo que éste le respondió: "¿Cómo puedo hacerlo si el agua viene desde donde estás hasta mi sitio?" Vencido por el argumento dijo el lobo: "Hace seis meses hablaste mal de mí". Y el cordero respondió: "¿Pero si no había nacido aún!". Y entonces dijo el lobo: "Por Hércules que tu padre habló mal de mí!" y se comió al cordero.

Josep dijo...

Pues a mí la comparación me ha hecho reir.

Coincido con Liuva en que la Piaf no se parece a un gremlin: se parece -o parecía- con sus andares y movimientos lentos, a Nosferatu.

Anónimo dijo...

No sé, a mí me desconcierta más el mal que parece que no es fruto de la elección. Aunque sea una barbaridad, le diré que el hecho de que alguien haga el mal por beneficio propio puedo entenderlo, lo del mandarín sería comprensible. Pero, ¿y ese mal que parece que no obedece ni siguiera a las más mínimas leyes del beneficio propio? Uno se tortura para encontrar alguna racionalidad en ello. (Le contesto aquí porque quiero seguir siendo anónimo; en ese blog rechazan la opción que me gusta tanto)

Donna Angelicata dijo...

Citaré a Chesterton para amenizar el asunto:

"Recuerdo por ejemplo un diálogo muy representativo de aquellos antros de arte: Una especie de teósofo me dijo: "El bien y el mal, la verdad y la mentira, la locura y la cordura, sólo son aspectos del mismo movimiento ascendente del universo". Ya en esa época se me ocurrió preguntar: "Suponiendo que no haya diferencia entre el bien y el mal o entre la verdad y la mentira, ¿cual es la diferencia entre ascendente y descendente?".

Súmmum dijo...

Me recomendaron leer este post, y me alegro de haberlo hecho.