lunes, marzo 31, 2008

Orphicos

Aprovecho la ociosidad que me otorga este día festivo (en Valencia) para sentarme en el lugar más soleado de mi casa y leer estas hermosas páginas. Y como no puede ser de un modo distinto, las comparto con ustedes con mucho gusto:

Frente a la cortesía de la interdependencia "comunitaria",
la interacción social es bastante grosería.

La pregunta frecuente:
"Habrá habitantes en los otros planetas?"
es pregunta superficial.
Lo profundo es preguntarse si habrá
planetas poblados en los otros habitantes.

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No seremos completamente señores
hasta que no subordinemos lo que
hacemos a lo que somos.
Al subordinar lo que somos a lo que hacemos,
autómaticamebte nos confesamos esclavos.

Sólo superaremos la tragedia cuando
sumerjamos lo que tenemos en lo que somos;
lo que poseemos en lo que nos posee.
La libertad consumada radica en esa liberación

Es muchísimo más fácil luchar por la libertad
que vivir en ella.

-----

Si no nos esforzamos "continuamente"
por vivir como creemos,
acabamos acomodándonos "frívolamente"
a creer como vivimos.


"ORPHICOS". Santiago Pérez Gago. 1985.

35 comentarios:

Anónimo dijo...

Usted nos desconcierta, y ahora ha sacado a un hermoso desconocido diciendo unas cosas un tanto extrañas. Investigo sobre él y resulta que es un maldito p.(o lo fue) y eso me alarma. ¿Cree usted que los p. son retrasados mentales? (o si no lo son, lo que dudo, lo parecen, que para el caso es casi lo mismo) Como me dolía la cabeza por pensar en lo que usted ha puesto me he ido a una simpática población norteña a despejarme. En todo caso, éste parece, por sus palabras, una excepción.

Donna Angelicata dijo...

Sr. Anónimo, tiene usted una curiosa fobia hacia determinada profesión. Aunque estoy con usted en que muchos parecen eso que dice, me pregunto en qué remoto lugar habrá personas que no lo sean -o parezcan- ante nuestros críticos ojos (sí, reconozco que esto suena grandilocuente y narcisista, pero bueno, aquí podemos permitírnoslo, supongo. Como dijo Homer Simpson: Para una vez que pueden llamarme "Señor" sin añadir: "Está armando un espectáculo").

Voy a seguir escuchando las Fearful Symmetries de John Adams.
(Jo, el otro día fui a un concierto de su Harmonielehre, ¡qué impresionante!. Conociendo su gusto por Adams, Sr. Anónimo, apuesto a que habría disfrutado enormemente)

Anónimo dijo...

¿simpática población? ¿se refiere a la gente o al paisaje? ¿puede un paisaje ser simpático?

Anónimo dijo...

Por cierto Donna..No he podido evitar centrar mi atención en el título de la Obra. "Orphicos".

Me voy a consultar y encuentro que el orphikós, es un individuo marginado, que vaga de ciudad en ciudad, que propone a los demas sus recetas para la solución del mundo y que se pasea altivo como si fuera el hacedor del universo. (¿les suena a alguien conocido?) Sin duda el homo-orficus es español.

Anónimo dijo...

Desde luego a la gente no.Pues sí, si que puede serlo.
¿Qué le hace pensar que no estuve, donna? Debido a mi anonimato podría el señor gordo e hirsuto que es abonado del patio de butacas y que va acompañado por una dríade fumadora o bien podría ser el señor más gordo y filosófico que ama a la Beneyto o bien... podría ser usted estos individuos (conforme a mis primeras sospechas de que usted era un tipo gordo e informático).

Donna Angelicata dijo...

Aunque los órphicos, seguidores de la Esthética Originaria , profesamos la convicción de que lo más esthético que hay es la admiración sin palabras, esta nueva corriente filosofal ha cristalizado en obras escritas, parte de las cuales están publicadas o en proceso de publicación.

La parte fundamental de las obras de Esthética son los cuadernos manuscritos de Santiago Pérez Gago , ochenta en total, que suman más de 30.000 páginas. Estos cuadernos (agrupados en series, entre las que destacan Órphicos y Semblante Órphico ) no están escritos en tipografía usual, sino con una nueva escritura, denominada orphigramía . Esto es así porque la Esthética Originaria entiende que la tipografía, como las estéticas y filosofías al uso, es punto de vista. Frente a los signos cuantificadores y objetivantes de la tipografía, la orphigramía aspira a ser símbolo cualificador, principio de integridad y punto de luz, que sublima y libera de los puntos de vista.

Pérez Gago aspira a ser verdadero “autor” , a obedecer, escuchar, acompañar y oficiar la voz de su destino. Su obra, fruto de las alboradas, de la soledad en su celda, es obra de gracia, no producto intencional. Una obra que parte de la obligación y de la escucha. De la escucha de la luz.

Las obras de Pérez Gago no nacieron, por tanto, para ser publicadas. El hecho de que salieran a la luz no fue iniciativa de su autor, sino de algunos de sus alumnos que empezaron a publicar textos seleccionados de sus escritos en 1985. En esta labor hay que destacar el papel de Fernando Labajos , actualmente director del Órbigo Editorial . Siguiendo esta modalidad se publicaron dieciséis volúmenes (cuyos títulos se incluyen en la bibliografía adjunta), doce de ellos en la editorial San Esteban de Salamanca (entre 1985 y 1997) y los cuatro últimos en el Órbigo Editorial (desde el año 2000).

Donna Angelicata dijo...

¡Sr. Anónimo! ¡Tiene razón! ¡Qué miedo!. ¿Y si fuera ese hombre que me pisó a la entrada?.

Gracias, ya jamás volveré a ir tranquila al Palau, gracias. (Y para darle más dramatismo a la escena, ahora está sonando el tercer movimiento del Harmonium de Adams).

PD: Si, lo confieso soy un tipo inmenso y peludo, aunque lamento confesar que mis conocimientos informáticos no son los que parecen esperarse de mí.

Donna Angelicata dijo...

Nota: Aunque seguro que les parezco un poco órfica, lamento desilusionarles al decir que lo de la explicación de este movimiento de más arriba, lo he copiado de una web, como estará claro. Me percato ahora que no he entrecomillado.

Anónimo dijo...

Me quita usted un peso de encima. No creo que sea para nada una órfica (suena al señor de los anillos), sobretodo por la tirria que le tienen a la tipografía. Usted destaca por poner siempre los puntos sobre las "ies".

No, si al final,nos juntaremos y haremos el club de los gordos-alegres-aunque-bigotudos.

Y yo estoy escuchando el Concierto nº10 para piano de Mozart (en concreto el Allegro)

Donna Angelicata dijo...

Me consuela, gracias.

También me alegra mucho que le guste Mozart. Me ha dado envidia y me voy a acostar con una obra suya que me gusta indeciblemente, su Concierto para Clarinete en La Mayor K622.

Muy buenas noches.

Anónimo dijo...

Angelicata, cada vez nos lo pones más difícil. “Frente a la cortesía de la interdependencia "comunitaria", la interacción social es bastante grosería”, hacía tiempo que no leía algo tan espantosamente blindado, por más vueltas que le doy no logro entender nada.

Respecto a la pregunta “¿Habrá habitantes en los otros planetas?.... planetas poblados en otros habitantes”, no es más que una copia de la famosa frase del poeta Paul Éluard: "Hay otros mundos..., pero están en éste"

He indagado sobre el señor ese que escribe tan raro y me he encontrado con que es un dominico. Mal, muy mal. De todas las órdenes que hay por el mundo puede que la de los dominicos sea la que tenga principios más oscuros. Se creó para la Inquisición. Su nombre viene de “Domini Canis”, es decir, perros (guardianes) del Señor. Tomás de Torquemada, el famosos Inquisidor General, fue también dominico.

Como sigas leyendo a este señor, Angelicata, vas a tener pesadillas y te van a salir espumarajos por la boca. Yo te aprecio y no deseo eso para ti.

eomyr dijo...

Estupendas reflexiones. Mucho mejores que las flexiones, sin duda alguna.

Algún día espero entenderlas.

Anónimo dijo...

Me parece que la de orígenes más oscuros tiene que ser la que fundó el bruto de Loyola. También podría recordar a Tomás de Aquino y a Alberto Magno.

Anónimo dijo...

El concierto nº 10! Debería escuchar el 22.

Anónimo dijo...

Esa también.

Anónimo dijo...

No conozco a nadie que escuche a Adams con tanta frecuencia, la felicito, angelical víbora, a todos los demás les recrimino que en vez de escuchar (y ver) la muerte de Klinghofer estarán seguramente comiendo o haciendo otras cosas mucho peores.

Anónimo dijo...

Yo oigo mucho a Adams, Bryan Adams. Inolvidable el trío que formaron Bryan Adams, Sting y Rod Stewart en “All For Love”.

¡Ah! Acabo de hacer cosas peores: he comido en un japonés.

Anónimo dijo...
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Donna Angelicata dijo...

Jaja, Liuva, ¡es usted incorregible!

Anónimo dijo...

Si no nos esforzamos "continuamente"
por vivir como creemos,
acabamos acomodándonos "frívolamente"
a creer como vivimos.


Por otra parte, que me perdone el padre Gago eso de las alboradas me suena fatal. Por ejemplo, hoy he dispuesto de una alborada mientras iba a mi insípido centro de trabajo(por llamarlo de algún modo) e iba escuchando Gaieté Parisienne (no quiero presumir, pero era el disco 32 de todas las grabaciones orquestales de Karajan para Emi) y no he sufrido ninguna revelación transcendental, mas bien un vahído, al ver la desarrollista arquitectura del mencionado centro, puede que se deba a mi carácter frívolo, pero me parece que nada que te obligue a esforzarte vale la pena, y eso me recuerda que...

Chuzz dijo...

Me parece un hombre sumamente complicado este Santiago Pérez Gago. Más aún si hay que leerle a la albroada. En lugar de indagar en el concepto de Orphicos, me quedaré con el concepto de heautontimorumenos, más recomendable para los masocas.

Anónimo dijo...

GEORGE CYPRYAN
Cara de cerdo Cara de camello
Granos Patillas
Gorrón comprobado Escribe críticas
de arte
Dice"¡Vaya, vaya, Habla
vaya! impersonalmente
Suelta manotazos Tiene una risita
sórdida y
maligna
Come demasiado Vegetariano
Cuenta chistes Recita poesías
idiotas
Manos siempre Manos huesudas
húmedas

Anónimo dijo...

Sr. Anónimo, veo que disfruta leyendo a P. G. Wodehouse. Les pongo un par de trocitos para que vean lo maravilloso que es Wodehouse:

“EL HOMBRE QUE DEJÓ DE FUMAR”:

“-Si quieren saber mi opinión, caballeros -dijo finalmente-, les diré que no hay nada más insensato que dejar de fumar. Semejante imprudencia despierta al demonio que duerme en todos nosotros. Dejar de fumar significa convertirse en una amenaza para la sociedad. No me será fácil olvidar lo que aconteció en el caso de mi sobrino Ignatius. Afortunadamente la cosa acabó bien, pero...”




“ -¡Ah! -dijo Cyprian-. Uno percibe cierto rechazo en la muchacha a la hora de tomar en consideración sus proposiciones matrimoniales, ¿no es así?

-Eso es- replicó Ignatius.

-¿Uno se pregunta por qué uno no es capaz de hacer progreso alguno?

-Eso es.

-¿Uno se pregunta la razón de ello?

-Uno se lo pregunta, repetidas veces.

-Bueno, si uno realmente desea oír la verdad -dijo Cyprian, rascándose la patilla derecha-, da la casualidad de que yo sé que Hermione no quiere saber nada de usted porque le recuerda usted a mi hermano George.

Ignatius se tambaleó hacia atrás, aterrado, y un estertor de animal herido salió de sus labios.

-¿Que yo le recuerdo a George?

-Eso es lo que ella dice.

-Pero, ¡yo no puedo parecerme a George!

-Uno se limita a repetir lo que uno ha oído.”

Anónimo dijo...

Sí, soy confeso creyente de Wodehouse ¿acaso se puede ser de otro modo? Y acaba de subir miles de miles de millones de puntos, porque ha citado el relato que estaba leyendo y del que he intentado citar algo inútilmente. Quería poner las dos columnas que hace Ignatius de los dos hermanos de Hermione, pero al enviarlas se han confundido la una con la otra. La serie de Mulliner es de lo más supremo de Wodehouse.
"Su amor por Hermione era el centro de su vida, pero en segundo lugar, a poquísima distancia, seguía el amor a su pipa. ¿Tenía ,pues que escoger entre las dos? ¿Podía hacer semejante sacrificio?
Ignatius Mulliner vacilaba.
En aquel momento vió las once fotografías de Hermione Rossiter que le miraban desde la repisa de la chimenea y le pareció que le sonreían alentándole. No dudó más. Con un profundo suspiro, como el que habría podido emitir un padre que, atravesando las estepas rusas, se viese obligado a sacrificar a su hijito para librarse de una manada de lobos, se sacó la pipa de la boca, recogió las demás pipas, el tabaco, los cigarros, hizo un paquete y, llamando a la mujer que iba a hacerle la limpieza del estudio, se lo dió, diciéndole que lo llevase a su marido, un hombre, estimable, llamado Perkins, que, hallándose en situación precaria, sólo fumaba, por regla general, las colillas que lograba recoger por la calle."

Anónimo dijo...

-Estoy familiarizada con el apellido Wodehause-Wodehouse, señor A. La familia Wodehouse-Wodehouse cuenta con tres ramas: los Wodehouse-Wodehouse de Shropshire, los Wodehouse-Wodehouse de Hampshire y los Wodehouse-Wodehouse de Kent.
Inglaterra parece bien nutrida de Wodehouses-Wodehouses...
Tolerablemente al menos.
Vamos..., que no hay riesgo de que se produzca una repentina escasez, ¿verdad?

Anónimo dijo...

Por fín encontramos un punto en el que estamos de acuerdo usted y yo, y la sra. Anónima y, me imagino, que Angelicata también. Hoy puedo dormir feliz.

Anónimo dijo...

Sí, parece que estaremos de acuerdo casi todos,y no sé si eso es bueno o malo.
Perdone, altiva Anónima, pero la cita que usted nos da, por más que me suena, no consigo localizarla, ¿por ventura, podría ser de la Austen en Emma? De todas maneras, las novelas de la Austen son un claro precedente wodehausiano y como he terminado hace poco las Torres de Barchester también he visto allí claros personajes Wodehausianos, hay allí un divertido e irresponsable Bertie.

Chuzz dijo...

Puede que no se presente una repentina escasez de Wodehouses-Wodehauses, pero tampoco podríamos decir que estemos infestados de ellos.
P.G.Wodehouse era lo que en la actualidad definiríamos como un crack. Además el Dr. House (Hugh Laurie) hizo de Bertie Wooster en la serie de TV "Jeeves y Wooster". Junto con el otro tipo que interpretó a WILDE en una película (S. Fry). Ahí va el enlace de la serie televisiva.

Donna Angelicata dijo...

Anónimo, creo que la cita de Anónima es de un libro de relatos corto de Jeeves y Wooster del propio Wodehouse en el que Bertie y Jeeves están hablando de un joven llamado Cyril Bassington-Bassington:

"-Nunca oí hablar de él. ¿Le suena a usted ese nombre, Jeeves?
-Estoy familiarizado con el apellido Bassington-Bassington, señor. La familia Bassington-Bassington cuenta con tres ramas: los Bassington-Bassington de Shropshire, los Bassington-Bassington de Hampshire y los Bassington-Bassington de Kent.
-Inglaterra parece bien nutrida de Bassington-Bassingtons...
-Tolerablemente, señor.
-Vamos..., que no hay riesgo de que se produzca una repentina escasez, ¿verdad?"

Donna Angelicata dijo...

-¿Sir Jasper Finch-Farrowmere? -preguntó Wilfred.
-ffinch-ffarowmere -corrigió el visitante, al detectar las mayúsculas con su sensible oído.

Anónimo dijo...

Donna, efectivamente, encontró la referencia, a pesar de mi "pequeña treta para despistar"...

Aquí el original:
Jeeves: I am familiar with the name Bassington-Bassington, sir. There are the Shropshire Bassington-Bassingtons the Hampshire Bassington-Bassingtons and, of course, the Kent Bassington-Bassingtons.
Bertie: Ah, so, the world's pretty well stacked up on Bassington-Bassingtons then.
Jeeves: Tolerably so, sir.
Bertie: No chance of a sudden shortage, I mean, ha?


Y les doy este de propina:

Aunt Agatha Gregson: As long as you have kept him well away from theatrical circles.
Bertie: Theatrical circles?
Aunt Agatha Gregson: As I instructed you in my letter.
Bertie: Letter?
Aunt Agatha Gregson: Would you kindly stop parroting my every word, Bertie?
Bertie: Parroting?

Donna Angelicata dijo...

¡Qué bueno eso último, Anónima!. Bueno, como esta entrada se ha convertido totalmente wodehousiana, cosa que me parece muy bien, les dejo algunos cortos fragmentos también:


Me esforcé en hablar con voz clara y sonora, pero no las tenía todas conmigo. Visitar una casa por primera vez siempre pone nervioso a un individuo tímido y modesto; y la situación no mejora precisamente si, además, va allí suplantando a otra persona. Me temía que iba a fracasar, y la apariencia de los Pringle parecía confirmarlo.

Sippy me había dicho que aquella gente era la más carcamal de Inglaterra, y la observación me pareció justa. El profesor Pringle era un hombre delgado, calvo, con aspecto de dispéptico y ojos de pescado. Mrs. Pringle parecía una persona que había recibido una mala noticia al comenzar el siglo, sin que todavía hubiera podido reponerse. Y todavía estaba asimilando la impresión que me había causado esta pareja, cuando me presentaron a un par de antigüallas femeninas, envueltas en sendos velos.

— Sin duda recordará usted a mi madre, ¿verdad? —dijo el profesor, aludiendo al vejestorio número uno.

— ¡Oh, claro...! —dije, simulando un gratísima sorpresa.

— Y a mi tía —suspiró el profesor, como si las cosas fuesen de mal en peor.

— ¡Desde luego! —dije, con otra agradable expresión de sorpresa dedicada al vejestorio número dos.

— Esta misma mañana decían que se acordaban de usted —gimió el profesor.

Hubo una pausa silenciosa. Todas las miradas de este grupo familiar, que parecía sacado de alguna macabra escena de Edgar Allan Poe, se concentraron sobre mí. Sentí que todo mi "joie de vivre" se desvanecía.

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Ya conoce usted a Bertie Wooster, ¿no es verdad, tía Isabel? —preguntó Rocky, al acercarme a la mesa.

— Sí.

— Siéntate, Bertie —dijo Rocky.

Y así empezó la diversión. Fue una de aquellas fiestas divertidísimas, esas juergas despampanantes en que uno tose dos veces antes de hablar, y al fin opta por quedarse callado.

— Oye, Bertie ¿es verdad que tú también estuviste prometido, tiempo atrás, con Honoria?

— Efectivamente.

Biffy tosió.

— ¿Cómo la dejaste? Quiero decir, ¿cuál fue la tragedia que evitó la boda?

— Jeeves lo hizo todo. El asunto quedó a cargo suyo.

— Antes de irme —dijo Biffy pensativamente— entraré un momento en la cocina a charlar un poco con Jeeves...

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Jeeves tiene algo de insidioso. Muchas veces me ha salido con propuestas, proyectos o planes de batalla visiblemente disparatados, y al cabo de cinco minutos ya estaba yo convencido de que no sólo eran razonables, sino incluso excelentes. Pero aquel proyecto era el peor de todos los propuestos hasta la fecha, y se pasó casi un cuarto de hora hablando. Pero no me convenció. Me mantuve firme, hasta que soltó la noticia bomba.

— Además, señor, debo aconsejarle que salga de Londres lo más pronto posible y que permanezca algún tiempo en un lugar oculto.

— ¿Qué dice? ¿Por qué?

— En la última hora, le ha telefoneado tres veces Mrs. Spencer, señor. Tenía gran interés en hablar con usted.

— ¡Tía Agatha! —exclamé palideciendo.

— Sí, señor. Al parecer ha leído en un diario vespertino la información relativa a lo sucedido esta mañana en el tribunal coreccional, señor.

Salté de la silla como un conejo en la pradera. Si tía Agatha me perseguía, lo más indicado era huir.

— Jeeves —dije—, ha llegado el momento de obrar. Prepare las valijas a toda prisa.

— Ya están preparadas, señor.

— Pregunte cuándo sale un tren para Cambridge.

— Dentro de cuarenta minutos.

— Llame un taxi.

— Espera en la puerta.

— ¡Magnífico! Entonces, acompáñeme.

— Sí, señor —contestó Jeeves con tono bajo y glacial.

— ¿No le gusta ?

— No, señor. Las camisas de seda con pechera floja no se llevan con el traje de noche, señor.

— Escúcheme, Jeeves —le dije, mirándolo fijamente—, quedan muy bien. Hasta puedo aprovechar la ocasión para anunciarle que he encargado una docena de ellas en la casa Peabody & Simms; y no hace falta que ponga esa cara, porque no me convencerá.

— Si usted me permite ...

— No, Jeeves, —le dije, levantando una mano— es inútil discutir. Nadie respeta tanto como yo su opinión en materia de calcetines, corbatas, y hasta zapatos. Pero en materia de camisas para trajes de noche, sus nervios lo traicionan. No tiene visión de las cosas, está usted lleno de prejuicios y es un reaccionario. Terco, es el calificativo que mejor le cuadra. Puede interesarle saber que cuando estuve en Le Touquet, el príncipe de Gales asistió una noche al casino con una camisa de seda de pechera floja.

— Su Alteza Real puede permitirse alguna licencia, señor, pero en su caso...

— No, Jeeves —le interrumpí categóricamente—, es inútil. Cuando los Wooster nos obstinamos en una cosa...

— Muy bien, señor.

Noté que Jeeves se sentía mortificado; por supuesto, todo el episodio había sido muy desagradable. Pero no se pueden tolerar ciertas cosas.

Donna Angelicata dijo...

Boko se veía abatido y aplastado, como si su alma hubiera pasado por una licuadora. Tenía el aspecto inconfundible del hombre a quien la chica de sus sueños le acaba de decir lo que piensa de él y no se ha recuperado todavía.

— Hola, Bertie —dijo, con voz apagada.

— Acá estamos, Boko.

— ¡Qué noche!

— Notable.

— ¿No tienes una petaca ?

— No.

— Lástima. Siempre habría que llevar una petaca, para los casos de peligro. Los perros San Bernardo la llevan, en los Alpes.... Cincuenta millones de perros San Bernardo no pueden equivocarse. Acabo de pasar por una gran experiencia emocional, Bertie.

— ¿Te ha encontrado Nobby?

Se estremeció levemente.

— Acabo de hablar con ella.

— Me parecía.

— Se nota en mis aspecto ¿verdad? Sí, supongo que será así. ¿No has sido tú quien le ha hablado de aquellos artículos para bromistas, no?

— Por supuesto que no.

— Alguien le ha contado.

— Tío Percy, probablemente.

— Es verdad. Ella le habrá preguntado qué tal fue el almuerzo... Sí, imagino que ésa fue la fuente de información autorizada.

— ¿De modo que ella te habló de ese tema?

— Oh, sí. Sí, habló. Su charla giró en torno de eso, y también de lo sucedido esta noche. No le faltaron palabras para desarrollar ambos temas.... ¿estás seguro de no tener una petaca?

— Seguro. Lo siento.

— Ah, bien... —dijo Boko, sumiéndose unos instantes en el silencio, del cual salió para preguntarme, en tono pensativo, de dónde sacarían las chicas esas expresiones.

— ¿Qué expresiones?

— No puedo repetirlas delante de un caballero. Supongo que las aprenden en los últimos años del colegio.

— ¿Te ha dado el olivo, no?

— Con mano firme. Fue una sensación extraordinaria, verme allí mientras ella hacía lo suyo. Una sensación como de algo pequeño y vibrante que se agitaba en torno, con furia. Como ser atacado por un pequinés.

— Nunca he sido atacado por un pequinés.

— Pues pregúntale al que lo haya sido. Te lo dirá. A cada momento, esperando el mordisco en el tobillo.

— ¿Y cómo terminó todo?

— Oh, salvé la vida. Pero, ¿qué es la vida?

— La vida no está mal.

— Cuando has perdido a la mujer que quieres ...

— ¿Has perdido a la mujer que quieres?

— Eso es lo que estoy tratando de poner en claro. No sé qué pensar. Todo depende del sentido que des a las palabras : "no quiero volver a verte ni a hablarte, ni en este mundo, ni en el otro, miserable imbécil".

— ¿Dijo eso?

— Entre otras cosas.

Comprendí que había llegado el momento de tranquilizar y dar ánimos.

— Yo no me preocuparía, Boko.

Pareció sorprendido.

— ¿No?

— No. Seguramente, ella no quería decir eso.

— ¿No quería decir eso?

— Claro que no.

— ¿Lo dijo solamente por decir algo? ¿Por mantener la conversación, digamos?

— Te diré, Boko. Tengo estudiado a fondo el sexo débil, lo he observado desde todos los puntos de vista, y mi conclusión es que cuando ellas se disparan de esa manera, no hay que prestar mucha atención a lo que dicen.

— ¿Aconsejarías ignorarlo?

— Totalmente. Quítatelo de la cabeza.

Permaneció un momento en silencio. Cuando habló, había un tono esperanzado en su voz.

— Hay una cosa cierta. Me quería. recién, esta misma tarde, me quería mucho. Ella me lo dijo. Hay que tener en cuenta eso.

— Y te quiere, todavía.

— ¿Lo crees de verdad?

— Por supuesto.

— ¿A pesar de que me llamó miserable imbécil?

— Desde luego. Eres un miserable imbécil.

— Eso es verdad.

— No puedes hacer caso de lo que dice una chica cuando te está mandando al cuerno por haber hecho alguna imbecilidad. Es como Shakespeare; suena bien, pero no quiere decir nada.

— ¿Tu opinión, entonces, es que el viejo sentimiento permanece?

— Totalmente. ¡Vamos, mi amigo! Si era capaz de quererte con esos pantalones de franela gris que llevas, no es posible que pueda llegar a olvidarte porque te hayas portado como una mula. El amor es indestructible; su llama sagrada arde eternamente.

— ¿Quién te dijo eso?

— Jeeves.

— El debe saberlo.

— Lo sabe. Puedes confiar en Jeeves.

— Es cierto. Se puede confiar en él. Eres un consuelo, Bertie.

— Trato de serlo, Boko.

— Me das esperanzas. Me sacas del abismo.

Se había serenado considerablemente. No es que llegase a erguir el pecho y echar adelante la barbilla, pero su moral estaba claramente reconfortada. Y creo que en uno o dos minutos más, hubiera llegado a estar contento, de no haber en ese momento rasgado el aire una voz femenina, llamándolo por su nombre.

— ¡Boko!

Se estremeció como un sauce.

— ¿Sí, querida?

—Ven aquí.

— Ya voy, ya voy ... ¡Oh, Dios mío! —le oí susurrar— ¡Un "bis"!

Se alejó, y yo permanecí reflexionando en lo sucedido.

Debo decir ante todo que contemplaba la situacion sin preocupación. A Boko, que había estado en el ring con la furia juvenil en explosión, era natural que le hubiese parecido que había llegado el fin del mundo, y que un severo juicio final había tenido lugar. Pero a mí, espectador frío y equilibrado, todo aquello me parecía mera rutina. Uno se encogía de hombros y consideraba la cosa como lo que realmente era.

Los lazos de seda del amor no se rompen sólo porque la mitad femenina de la pareja se enoje por el comportamiento imbécil de su compañero masculino y lance contra él una serie de epítetos acalorados. Por mucho que una mujer pueda adorar a su hombre, siempre llega un momento en que siente la irresistible necesidad de mandarlo al diablo y decirle cuatro frescas. Creo que si todos los enamorados que he conocido en la vida fuesen colocados en fila —es difícil de realizar, desde luego, pero lo digo a modo de suposición— llegarían hasta mitad de Picadilly. Y bien, no conozco ni uno solo de ellos que no haya pasado alguna vez por lo que acababa de pasar Boko.

Probablemente, ya se había desarrollado la segunda fase, es decir, cuando la amante llora sobre el pecho del amado, y lamenta haberse enfadado. Y que mi suposición era justa quedó demostrado por la apariencia de Boko al reunirse conmigo pocos minutos después. Incluso bajo aquella tenue luz, era fácil ver que el chico parecía haber heredado un millón de dólares. Andaba como en el aire y su alma se había ensanchado visiblemente, como una esponja en el agua.

— Bertie.

— Hola.

— ¿Estás ahí todavía?

— En mi puesto.

— Todo va bien, Bertie.

— ¿Todavía te quiere ?

— Sí.

— ¡Bravo!

— Ha llorado sobre mi pecho.

— ¡Bien!

— Y me ha dicho que lamentaba mucho haberse enojado. Y yo le dije: "¡Vamos, vamos!" , y todo es otra vez luz y alegría.

— ¡Magnífico!

— No sabes cómo me sentía...

— Me imagino.

— Retiró las palabras "miserable imbécil".

— ¡Bien!

— Dijo que yo era el árbol del cual pendía el fruto de su vida.

— ¡Bravo!

— Y, por lo visto, todo aquello de que no quería volver a verme ni a hablarme en este mundo ni en el otro, fue una equivocación.

— ¡Magnífico!

— La abracé y la besé fuerte.

— ¡Bien hecho!

— Jeeves, que estaba presente, se veía impresionado.

— Oh, ¿Jeeves estaba allí?

— Sí, Nobby y él han estado discutiendo planes y proyectos.

— ¿Para suavizar a tío Percy?

— Sí. Porque eso, naturalmente, todavía hay que hacerlo.

Puse cara seria. Cosa bastante inútil, desde luego, con aquella luz.

— Va a resultar difícil...

— No, para nada.

— ... después de haberte dirigido a él llamándolo "mi querido Worplesdon" y haberlo tratado de "asno solemne"...

— No es nada, Bertie. Jeeves ha tenido una de sus famosas ideas.

— ¿De veras?

— ¡Qué tipo!

— ¡Ah!

— Siempre digo que no hay nadie como Jeeves.

— Y puedes decirlo.

— ¿Has notado cómo es de abultada su cabeza en la parte de atrás?

— A menudo.

— Pues allí es donde está el cerebro. Un poco detrás de las orejas.

— Ahá. ¿Y cuál es la idea?

— En una palabra, él opina que produciría una impresión excelente, y me ayudaría a recobrar el terreno perdido, el hecho de cuidar al viejo Worplesdon.

— ¿Cuidarlo?

— Exacto. Cuidarlo. En una palabra, me aconseja que tome partido por él, que me ocupe de protegerlo.

— ¿Proteger al tío Percy?

— Oh, me doy cuenta de que suena extraño. Pero Jeeves piensa que servirá.

— Sigo sin comprender.

— En realidad, es muy simple. Escucha. Supongamos que algún tipo bruto y energúmeno irrumpe mañana a las diez en punto de la mañana en el despacho del viejo Worplesdon y empieza a gritarle como un demonio llamándole por todos los nombres que pueden hallarse bajo el sol y lanzándole los peores insultos. Yo estoy esperando fuera del despacho, y, en el momento psicológico justo asomo la cabeza y, en tono de reproche, exclamo: "¡Basta, Bertie!".

— ¿Bertie?

— El tipo se llama Bertie. Pero no me interrumpas, que pierdo el hilo. Asomo la cabeza y digo: "¡Basta, Bertie!. No sabes lo que haces. No puedo oírte insultar a un hombre que admiro y respeto tanto como a lord Worplesdon. Lord Worplesdon y yo podemos haber tenido nuestras diferencias (la culpa fue mía y lo lamento profundamente), pero siempre he tenido la convicción de que es un honor para mí conocerlo. Y cuando te oí llamarlo un..."

Soy bastante rápido para entender. En el acto comprendí la naturaleza de aquel horrible plan.

— ¿Pretendes que yo vaya a insultar a tío Percy?

— A las diez en punto. Es esencial. Tendremos que sincronizar los relojes. Nobby dice que pasa todas las mañanas en el despacho, sin duda escribiendo porquerías a los capitanes de sus barcos.

— ¿Y entras tú y me atacas a mí por haberlo atacado a él?

— Eso mismo. Es imposible que no aparezca ante él bajo una luz favorable, y le haga pensar que soy un buen chico, en el fondo. Quiero decir, él estará allí, acurrucado en su sillón, mientras tú estás de pie delante de él, insultándolo y señalándolo con el dedo...

La visión evocada por estas palabras fue tan espantosa que me tambaleé, y hubiera rodado por el suelo de no haber agarrado a un árbol.

— ¿Dices que Jeeves ha sugerido esto?

— Exacto, fue como un relámpago brillante.

— Debe estar borracho.

Boko se puso rígido.

— No te entiendo, Bertie. Sitúo este plan entre sus más sutiles creaciones. Me parece una de esas simples estratagemas, tanto más efectivas cuanto que son sencillas, que difícilmente pueden fallar en algún detalle. Yo llego en el momento en que estás aplastando al viejo Worplesdon, y poniendo toda mi simpatía y auxilio para defenderlo, tengo que ...

Hay momentos en que los Wooster podemos mostrarnos firmes (como el diamante, creo que es la expresión), y uno de ellos es cuando se nos pide que intimidemos a hombres como tío Percy.

— Lo siento, Boko.

— ¿Lo sientes? ¿Por qué?

— No cuentes conmigo.

— ¡Cómo!

— No hay nada que hacer.

En su voz apareció una nota suplicante, la misma nota que había oído algunas veces en Bingo Little, cuando le pedía a un corredor de apuestas que adoptase un punto de vista amplio, y esperase su dinero una semana más.

Anónimo dijo...

"Un hombre debe tener tías y primas, debe comprar zanahorias y nabos, debe tener un granero y una leñera, debe ir al mercado y al herrero, debe pasear y dormir y ser inferior y tonto".

cesarortegamartin dijo...

Si quréis saber más sobre esthética:

http://www.portaldimensional.com/article470.html