sábado, febrero 09, 2008

Paradojas

“Los tres jinetes de la Apocalipsis”. G. K Chesterton
El narrador, refiriéndose a un hombre que iba a ser ejecutado, escribe: «Luego se envió un aplazamiento para salvarlo; pero como el hombre que llevaba el aplazamiento murió en el camino, el prisionero fue liberado después de todo».

Aunque las resoluciones chestertonianas suelen moverse en un campo lógico-causal (al fin y al cabo, no son más que desciframientos), en algunos relatos como en “La ráfaga del libro” el padre Brown utiliza una desigualdad matemática (convence a alguien de que cero más cero más cero es igual a cero) para resolver el caso. Su argumentación la apoya en una comentario a al siguiente pasaje del Macbeth de Shakespeare: «Los hombres creen en las en las cosas más extrañas si se dan así en serie; por eso Macbeth creyó las tres palabras de las tres brujas, aunque la primera era algo que supo por sí mismo y la última algo que sólo él podía contar de sí mismo».

Una de las ideas repetidas en El hombre que fue jueves es «nos ocultaremos mediante el procedimiento de no ocultarnos para nada». Este argumento es sometido en un relato de Borges a una variación curiosa, en la paradoja pensada por el ingenioso Bogle. Éste le propone a Tom Castro hacerse pasar por alguien con el que no guarda ningún parecido ya que «intuyó que la enorme ineptitud de la pretensión seria una convincente prueba de que no se trataba de un fraude».

Para finalizar:

«Pero el verdadero resultado de toda experiencia y el verdadero fundamento de toda religión es éste: que las cuatro o cinco cosas cuyo conocimiento es más prácticamente esencial para un hombre, pertenecen todas ellas a la categoría que la gente denomina paradojas. Es decir, que aunque todos nosotros las vemos al correr de la vida como meras verdades sencillas, no podemos sin embargo, decirlo fácilmente así con palabra sin resultar culpables de aparentes contradicciones verbales.» (...) «Una de esas paradojas que deberían enseñarse a todo niño que balbucea en las rodillas de su madre es la siguiente: Que mientras más mire el hombre una cosa, menos la ve, y que mientras más aprende un hombre una cosa, menos la sabe.»
Enormes Minucias, Calleja, Madrid, p.66. G. K Chesterton

12 comentarios:

Josep Lloret Bosch dijo...

¡Ay! ¡El Padre Brown! Que buenas historias y que mal llevadas al cine...
(La cabra tira al monte, que se le va a hacer)

Ya me están entrando ganas de releer esas magníficas novelas....

Saludos.

Donna Angelicata dijo...

Sí, Josep, los relatos deben ser indeciblemente superiores y eso que no he visto ninguna película.

Retomando el tema cinematográfico y en concreto la película de la que hablábamos en la entrada anterior, "Laura", les dejo lo siguiente:

Waldo le comenta al detective que: "Laura me consideraba el más inteligente, ingenioso e interesante hombre que ella jamás hubiera conocido. Y yo estaba completamente de acuerdo con ella sobre tal punto".

Anónimo dijo...

"¡Ojalá fuera yo su héroe! Me imagino ser una criatura melancólica, arrastrada inconscientemente hacia un amor nacido de la violencia y destinada a la tragedia. Me inclino a pensar de mí en tercera persona. Muchas veces (al sufrir una gran adversidad) alivio mi pesar sustituyendo el recuerdo desagradable por otra encantadora entrega en "Vida y épocas de Waldo Lydecker". Raras son las noches que dejo de adormecerme sin el sedante de alguna frase tan heroica como ésta: "Waldo Lydecker hallábase impertérrito al borde de un precipicio donde rugían diez mil leones furiosos".
Hago esta confesión con peligro de caer en el ridículo. Mis proporciones físicas, si algo son, son demasiado heroicas. Mido un metro noventa de alto,pero la magnificencia de mi esqueleto permanece oculta por la masa de mi carne. Mis sueños son demasiado pequeños en contraste. A pesar de todo, me atrevo a decir que si los sueños de cualquier hombre normal se expusieran, como los dibujos de Dalí, a los ojos vulgares de las masas, no quedaría más seriedad ni dignidad en la tierra. En ciertas épocas de la historia, ser gordo era considerado como indicio de buena salud, pero ahora vivimos en una era en que el ejercicio se estima como algo sagrado y los héroes son siempre delgados. Más de una vez he hecho la prueba de adelgazar, pero siempre la abandono cuando pienso que ninguna filosofía o fantasía se atrevería a penetrar en un entendimiento tan avaro como Shylock por cada libra de carne. De manera que a los cincuenta y dos años he aprendido a soportar mi peso con la misma filosófica calma que sufro los rigores del clima y las noticias de la guerra." Vera Caspary

eomyr dijo...

¡A mí me encantan las paradojas! Yo mismo soy una paradoja, puesto que acudo al barbero con bigote postizo y mi hermano el de los rizos no me habla.

Sí, ya sé que eso no constituye ninguna paradoja, por eso es paradójico que hable de una paradoja cuando no es tal.

¿Comprende?

Anónimo dijo...

Perdone sr. Groucho, pero su bigote no es postizo, es pintado.

Anónimo dijo...

“la paradoja -decía Oscar Wilde - es la única verdad que existe”; “la vida es un conglomerado de paradojas, o una sucesión de paradojas”; “una paradoja es una verdad expuesta en palabras al parecer insinceras”; “todo movimiento de la vida va acompañado de su antítesis”.

¿Que sería de una Liuva sin su Dardo?

Donna Angelicata dijo...

«Además todo hay que tenerlo en cuenta; si se las echa uno de bueno, el mundo lo toma a uno muy en serio, y si se las echa de malo, creen que uno bromea. Tal es la estupefaciente necedad del optimismo». El abanico de Lady Wildermere. Oscar Wilde

Anónimo dijo...

Mistress ErlYnne-¡oh! ¡No es posible que usted piense eso, no es posible!

Anónimo dijo...

Mi paradoja, sra. Anónima, es hidrostática. A la pregunta ¿se puede vivir en perpetua paradoja hidrostática? sólo cabe una contestación: Yes, we can.

(Obama for president)

Anónimo dijo...

¡ah, si! La paradoja Hidrostática, la de los "vasos comunicantes". Ese es el espíritu ¡un brindis!. Siempre he dicho que facilita mucho la comunicación el tener un vaso en la mano. Y además, la comunicación también es más "fluida"

Joseba M. dijo...

¿Es posible que yo nunca haya entrado aquí?
«Cuando él le arrebató el fular que cubrió su cuello incluso mientras se amaron, pese a las encarecidas súplicas de ella porque jamás lo hiciera, el hombre sabía de sobra que su cabeza acabaría rodando desde la cama al suelo hasta pararse de modo que le mirara para siempre como con paciencia divina; y sabía, también de antemano, claro está, que nunca iba a ser capaz de aguantarse a hacerlo.» (¿Costa Axelos? es posible, no puedo asegurarlo, si es que... quien no tiene cabeza...)

Anónimo dijo...

Es una paradoja que esto funcione mejor y sea más entretenido cuando nos portamos mal y metemos el dedo en el ojo al contrario (y/o en otros lugares).