domingo, diciembre 23, 2007

Navidad

El espíritu de la Navidad
G. K. Chesterton

Me lanzo de manera temeraria a escribir sobre el “espíritu de la Navidad”, tema que presenta una dificultad preliminar sobre la que he de ser bien franco. Hoy día la gente es muy curiosa en la manera de hablar sobre el “espíritu” de algo. Existe por ejemplo, un tipo particular de fatuo hipócrita que está siempre sermoneándonos sobre si tenemos el “espíritu la verdadera cristiandad” aparte de todos los nombres y formalidades. En la medida en que lo consigo entender, quiere decir exactamente lo contrario de lo que dice. Lo que quiere decir es que hemos de seguir los nombres “cristiano” y “cristiandad”, y otros por el estilo, para referirnos a algo en lo que es precisamente el espíritu lo que no es cristiano; algo que es una especie de combinación de optimismo sin fundamento de un ateo de un ateo norteamericano con el pacifismo de un manso hindú. De la misma manera leemos mucho en el periodismo moderno y en la sociedad de consumo sobre el Espíritu de La Navidad; pero se trata en realidad del mismo tipo de transformación. Lejos de preservar la esencia sin lo extremo, se preserva lo extremo donde no puede darse lo esencia. Significa tomar dos sustancias meramente materiales, como las flores de aguinaldo y guirnaldas de Navidad, y esparcirlas sobre enormes hoteles cosmopolitas que no tienen nada de hogareños, o alrededor de las columnas dóricas de clubes fríos e impersonales llenos de viejos caballeros cínicos y desanimados; o en cualquier otro lugar en donde menos posibilidades tenga de encontrar el espíritu de Navidad. Pero hay también otra manera en la que la complejidad moderna de la sociedad de consumo devora el corazón de algo, dejando al mismo tiempo el corazón pintado. Me refiero al sistema elaborado en el exceso en la dependencia en comprar y vender, y por lo tanto en el bullebulle; y en consecuencia, el descuido de las cosas nuevas que se podría hacer según la vieja Navidad.

(...) La temporada de Navidad es doméstica; por esa razón la mayoría de las gente hoy día se prepara para ella luchando en los tranvías, esperando en las filas, apresurándose en los trenes, amontonándose desesperados en las cafeterías y preguntándose cuando por fin llegará a su casa o si llegará de alguna manera. No sé si algunos desaparecen para siempre en una tienda de juguetes o sencillamente se reclinan y mueren en una cafetería; pero por la impresión que dan es muy posible que así ocurra. Justo antes de la gran festividad de la familia y del hogar la población entera parece quedarse sin familia y del hogar. Es el triunfo supremo de la sociedad industrial el que en ciudades enormes que parecen tener demasiadas casas hay una desesperada escasez de viviendas. Grandes multitudes de nuestros pobres llevan ya tiempo acabando prácticamente en nómadas. Hasta confesamos el hecho, pues hablamos de alguno de ellos como de los “árabes de calle”. Pero esta institución domésticas en la frase irónica actual, ha ido más allá de tal normal anormalidad. La fiesta de la familia transforma en vagabundeo tanto a ricos como a pobres. Se encuentran tan desparramados por el desconcertante laberinto de nuestra tráfico y de nuestro comercio que a veces ni siquiera pueden alcanzar la cafetería; no sería modesto, por supuesto, mencionar la taberna. Encuentran difícil entrar en el tumulto en los hoteles, por no decir nada de cómo volver a sus casas. Y me gustaría expresar todo lo contrario de una irreverencia cuando digo que su único punto de parecido con la familia que es arquetipo de Navidad es que no hay sitio para ellos en la posada.

La Navidad está construida sobre una paradoja hermosa e intencional: que el nacimiento del que no tuvo casa para nacer sea celebrado en todas las casas. Pero este tipo de paradoja no es intencional y ciertamente no es nada hermoso. Está muy mal que no podamos desenredar del todo la tragedia de la pobreza. Está muy mal que el nacimiento del que no tuvo casa para nacer, celebrado en el hogar y en el altar, vaya a veces sincronizado con la muerte de gentes sin hogar en asilos y en barrios pobres. Pero no falta que nos regocijásemos en esta universal agitación que cae sobre ricos y pobres de igual manera; y me parece que en este asunto una reforma de la Navidad moderna.

Emitiré otro brillante destello de paradoja haciendo observar que la Navidad ocurre en invierno. Es decir, no es solamente una fiesta dedicada a la vida doméstica, sino que es una colocada deliberadamente bajo condiciones en la que resulta muy incómodo correr por ahí fuera y resulta muy cómodo quedarse en casa. Sin embargo, bajo las complicadas circunstancias de las modernas convenciones y conveniencias, surge una paradoja más práctica y mucho más agradable . La gente tiene que recorrer precipitada durante unas cuantas semanas aunque sólo sea para estar en casa una pocas horas. La antigua y saludable idea de estos festivales de invierno era la siguiente: que al estar encerrados y cercados por el frío, eran forzados a redescubrir sus propios recursos; o en otras palabras, que tenía una oportunidad de mostrar si había algo dentro de ellos . Y no es seguro que la reputación de nuestros buscadores de placeres, de esos que están más a la ultima moda, pasaría esa prueba. Si se les apartara del poder del dinero y de la maquinaria, se descubrirían una cuantas revelaciones espantosas de algunos de estos favoritos de la alta sociedad. Están acostumbrados a que se lo hagan todo; y aunque van a los más recientes bailes americanos, dan la impresión de que son sólo son los músicos negros los que bailan. Pero, de cualquier forma, pensando en termino medio de la humanidad sana, creo que cortar todas estar conexiones mecánicas tendría un éxito revivificante que le despertaría por completo de su estupor. Ahora mismo, se les acusa siempre de que se divierten; pero ni siquiera hacen algo tan noble o tan apropiado a su dignidad humana. La mayoría de ellos ya no pueden ni siquiera divertirse, pues se han acostumbrado a ser divertidos.

La Navidad podría ser algo creativo. Se nos dicen aun por los que más la alaban, que su valor principal reside en mantener antiguas costumbres o juegos de tiempos pasados. Y la verdad es que vale para esos dos admirables propósitos. Pero en el sentido que ahora hablo podría ser posible una vez más dar la vuelta completa a esa verdad. No es tanto cosas viejas como cosas nuevas que una Navidad auténtica podría crear. Por ejemplo, podría crear juegos nuevos, si de verdad se empujara a la gente a inventar sus propios juegos: La mayoría de los juegos más viejos empezaron con el uso de utensilios o muebles ordinarios. La terminología del tenis, por ejemplo fue hallada en la misma estructura del patio de una antigua posada. Y se dice también que los postes en el juego de cricket no eran originariamente nada más que las tres patas del taburete para ordeñar vacas. Podríamos ahora inventar nuevas cosas de este tipo si recordáramos quien es la madre de la invención. Qué agradable sería un juego en el que ganásemos puntos por acertar a dar al paragüero o en la bandeja con la comida, o incluso en la cabeza del anfitrión o de su esposa, por supuesto con algún proyectil hecho con algún material suave. Los niños que tienen la suerte de que se les deje solos en su cuarto inventan por su cuenta no sólo juegos enteros, si no también dramas y todo tipo de historias; inventan lenguajes secretos; crean familias imaginarias; y producen afanadas revista familiares. Este es el tipo de espíritu creativo que queremos en el mundo moderno; y lo deseamos pero no lo tenemos. Si la Navidad pudiera ser más y no menos doméstica, creo que habría un vasto incremento en el auténtico espíritu navideño que es el espíritu del niño. Pero mientras que nos damos a este sueño debemos una vez más invertir la convención actual en la forma de una paradoja. Es cierto que en un sentido Navidad es la época del año en que hay que dejar las puertas abiertas; pero yo cerraría las puertas en Navidad, o por lo menos justo antes de Navidad; y vería entonces el mundo de lo que somos capaces de hacer.

No puedo sino recordar con una sonrisa, que hemos mencionado en otra y controvertida página de este libro, a una señora que se estremecía al pensar las cosas perpetradas por mi correligionarios una vez cerradas sus puertas. Mi recuerdo se suaviza con la distancia y con este tema, y me siento ahora en el extremo opuesto de la controversia. Espero que esa señora, y todos los que piensan como ella, tengan también la sabiduría de cerrar sus puertas para descubrir que sólo cuando todas las puertas están cerradas encontrarán lo mejor adentro. Si son puritanos, cuya religión se basa solamente en la Biblia, que sea por una vez la Biblia familiar. Si son paganos que no pueden aceptar otra cosa que no sea el festival de invierno, que sea al menos una fiesta de familia. La discordancia o incomodidad de que se quejan los críticos modernos en la reunión familiar no se debe a que ese fuero mítico se haya dejado medio encendido, sino a que se deje enfriar del todo. Fragmentos fríos de una cosa que antes estaba viva se encuentran ahora amontonados chapuceramente; esto no es argumento en contra de la revitalización de esa cosa. Los juguetes de Navidad se bamboleaban de forma incongruente en presencia de paganos y poderosos que anhelan en ese momento estar jugando al golf. Pero eso no altera el hecho de que podrían estar mucho más alegres y hasta hacerse mucho más inteligentes si supieran jugar con esos juguetes; y son unos pelmas en lo que se refiere al golf. Su embotamiento no es más que último producto moral del progreso mecánico del deporte organizado y profesional en ese mundo rutinario fuera del hogar. Cuando eran niños, en el secreto de sus hogares, es muy probable que casi todos ellos soñaban aventuras y dramas nunca escritos que les pertenecían a ellos tanto como Hamlet pertenecía a Shakespeare o Pickwick a Dickens. ¿No sería más emocional si el tío Fernando, en lugar de escribir con detalle todo los golpes con que debería haber salido del hoyo de la arena en el golf, dijera con toda franqueza que estuvo en un viaje al fin del mundo y que acababa de cazar la Gran Serpiente del Océano?. La conversación del tío Javier sería mucho más intelectual, si en lugar de contarnos en que medida había disminuido su handicap en el golf, pudiera decir todavía con convicción que era el rey de las islas Kangaroo, o gran jefe de los indios Rango Dongo. Estas cosas, proyectadas desde dentro se encontraban en casi todos los espíritus humanos; y es normal que su inspiración sea tan del todo machacada por las cosas de afuera. Que ni por un momento se suponga me encuentro yo entre los tiranos de la tierra, decidido a imponer mis propios gustos o a forzar a todos los demás niños a que jueguen con mis propios juegos. No es que no aprecie el juego del golf; es un juego admirable. Lo he jugado, o mejor dicho, he intentado jugar con él, algo que se considera como lo opuesto a jugar al golf. No faltaba más: dejemos que jueguen al golf los que jueguen al golf, y dejemos que las organizaciones sigan organizando, si su idea de organización es algo así como un organillo. Dejémosles que jueguen al golf día tras día; dejémosles que jueguen al golf trescientos sesenta y cuatro días, con pelotas del golf embadurnadas con pintura luminosa para que las puedan seguir en la oscuridad. Pero que quede al menos alguna noche en que las cosas se hagan luminosas desde dentro: y un día en que los seres humanos busquen todo lo que está enterrado dentro de ellos mismos, y que descubran, pues es ahí en donde de verdad está escondido -detrás de portales y balcones cerrados, y detrás de puertas tres veces atrancadas y acerrojadas- el espíritu de la libertad.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

"Cuando la muchacha, llamada Horacia por Livio, reconoce que una prenda de vestir arrebatada por su hermano es de su prometido y comprende que éste ha muerto, se abandona a las lamentaciones de dolor. A causa de esta antipatriótica muestra de duelo, Horacio la apuñala exclamando que así ha de morir todo romano que llora por un enemigo."

Anónimo dijo...

"John Varey Nicholson era estúpido; sin embargo, hombres todavía más estúpidos están repantigados en el Parlamento alabándose a sí mismos como autores de su propia distinción". R. L. Stevenson

Dardo dijo...

"....que quede al menos alguna noche en que las cosas se hagan luminosas desde dentro: y un día en que los seres humanos busquen todo lo que está enterrado dentro de ellos mismos, y que descubran, pues es ahí en donde de verdad está escondido -detrás de portales y balcones cerrados, y detrás de puertas tres veces atrancadas y acerrojadas- el espíritu de la libertad...."

Y que ese instante nos purifique y nos cambie.

Un abrazo Donna.

Anónimo dijo...

Bueno, si decide encerrarse a cal y canto, por lo menos déjeme entrar en su casa a través de la pantalla de su ordenador.

Feliz Navidad, Donna.

Donna Angelicata dijo...

Gracias, amigos.

Nota: Anónima, creo que Anónimo está a punto de regalar el libro que usted ganó, a Liuva o lo que es peor, donarlo a la Biblioteca de su pueblo. Yo de usted no tardaría en mandar a mi correo algún dato para facilitar la entrega.

Nota malévola: He visto su fotografía en la Gallina de Julio. Al final, le gané en preservar mi anonimato. ;-)

Anónimo dijo...

Donna no me importa cederle el puesto , ya que de todas formas será también un secreto a voces en unos dias.

Para los que no tengan el número de Julio y si los posteriores les diré:
"Yo no soy mala, es que me han dibujado así"
Quién Engañó a Roger Rabbit

Nota: revisa tu correo, tienes un e-mail.

Donna Angelicata dijo...

Ja, pero si sale usted la mar de bien.

Nota: Revisa el tuyo, tienes otro.
Creo que el Sr. Anónimo se va a sentir muy aliviado al resolver su deuda.

Anónimo dijo...

Querido Anónimo, por más que releo el fragmento de Chesterton se me escapa la relación con los curiaceos y la hermana muerta, me tiene intrigada toda la semana.

Anónimo dijo...

No se torture más.Pues realmente, es que no se me ocurría qué poner digno de Chesterton y la Navidad y Donna(antes no me gustaba mucho la Navidad, pero como estoy viendo un futuro en el que nos obligarán a esa cosa del ramadán, casi ahora la aprecio), y como estaba leyendo eso de los horacios, me hizo mucha gracia esa expresión de "a causa de esta antipatriótica muestra de duelo" y allá que fui a ponerlo.

Anónimo dijo...

Bueno, yo estoy leyendo un artículo sobre la vida de Stravinsky. El coreógrafo Balanchine le llamó por teleléfono para preguntarle si podía hacer música de ballet para él, "una polca, quizás"
Stravinsky: ¿para quién?
Balanchine: Para unos elefantes.
Stravinsky: (tras una pausa) ¿de qué edad?
Balanchine: Jóvenes
Stravinsky: de acuerdo

Y así nació el ballet para cincuenta elefantes y cincuenta chicas. ¿título?

http://www.youtube.com/watch?v=cnKlgza58ek

Les aconsejo que lo vean, la bailarina es bastante mala pero el bailarín tiene una gracia natural...no, no puedo definirlo, me quedaría corta.

Anónimo dijo...

Si, lo es.Parece que Adorno se puso furioso y sobretodo por la cita de la marcha militar de Schubert. Aunque Adorno es de los pocos filósofos que me caen bien, a pesar de su filiación freudiana y marxista, me resulta difícil simpatizar con su ira sólo por una broma. Martín Bermúdez dice que los elefantes reaccionaban mal ante la música de Stravinsky, apreciando en cambio los valses, mostrando los paquidermos su filiación claramente conservadora en cuestiones musicales.
Mi relato favorito de S. es aquel que se cuenta sobre que algunos de sus admiradores en Francia pretendían hacerle una estatua;S. les pregunta cuanto costará, le contestan que unos diez mil francos(evidentemente, de la época).
-(Stravinsky): Gran Dios! Por la mitad me pongo yo mismo!