“Un anciano llamado Chunglang, que quiere decir «Maese La Roca», tenía una pequeña propiedad en la montaña. Sucedió cierto día que se le escapó uno de sus caballos y los vecinos se acercaron a manifestarle su condolencia. Sin embargo el anciano replicó:
-¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!
Y hete aquí que varios días después el caballo regresó, y traía consigo toda una manada de caballos cimarrones. De nuevo se presentaron los vecinos y lo felicitaron por su buena suerte. Pero el viejo de la montaña les dijo:
-¡Quién sabe si eso ha sido un suceso afortunado!
Como tenían tantos caballos, el hijo del anciano se aficionó a montarlos, pero un día se cayó y se rompió una pierna. Otra vez los vecinos fueron a darle el pésame, y nuevamente les replicó el viejo:
-¡Quién sabe si eso ha sido una desgracia!
Al año siguiente se presentaron en la montaña los comisionados de «los Varas Largas». Reclutaban jóvenes fuertes para mensajeros del emperador y para llevar su litera. Al hijo del anciano, que todavía estaba impedido de la pierna, no se lo llevaron.
Chunglang sonreía."
HERMAN HESSE
Sí, quién sabe si....
No, lo que estoy pensando efectivamente es una desgracia.
30 comentarios:
Me agrada enormemente que haya puesto este cuento taoísta, pero me desagrada que se lo haya adjudicado en parte a HH. Me opongo frenéticamente a que se mencione siquiera a HH.
Aparte de esta cuestión formal, la sabiduría de este cuento chino es algo que se cae por su propio peso. Pero como usted señala con su presumible sarcasmo, ¿cuándo podemos emitir un juicio acerca de lo afortunado o desafortunado de un hecho?¿Y no cambiarían nuestras concepciones de lo afortunado o desafortunado conforme suceden las cadenas de constelaciones fácticas(qué bonito me ha salido!)? Así por ejemplo, hasta ayer me felicitaba de haber conocido a Anónima(Cómo se puede conocer a un anónimo?), pero tras su chiste pepiniano ya no estoy tan seguro.
Sr. Anónimo, me recuerda increíblemente a un gran profesor que tuve, el cual tras ver que estaba leyendo "El lobo estepario" de Hesse (lo siento, todos hemos tenido una adolescencia turbadora -¿Quién no ha leído a este autor o por ejemplo "Las desventuras del joven Werther" de Goethe con dieciseis años?-) puso la mayor cara de asco que yo haya visto jamás (seguramente la misma que puso cuando su compañera le dijo eso de Granada).
Espero que me perdone que ponga en duda su aseveración, pero creo que decir "gran profesor" me parece algo antitético.
Aunque, mimetizando el estilo aristotélico, se puede decir "gran" en muchos sentidos, por ejemplo "gran idiota". Si es así, se lo acepto.
La diferencia entre un suceso afortunado y un suceso desafortunado es exactamente de tres letras.
Eso es bueno, muy bueno. Claro que después de lo de Pepys tiendo a ver al menor rasgo ingenioso como el regreso de Oscar Wilde a casa de su cuñado(Uno se pregunta por qué el hecho de tener cuñados descarta cualquier tipo de ingenio)
Parábola Coeniana
Anton Chigurh entra en una tienda y muestra una moneda al dependiente (una de sus posibles víctimas) y le obliga a elegir cara o cruz (cara vida, cruz muerte). El hombre, reacio, afirma que no va a decidir sin saber a qué está jugando. Y Chigurh, tajante, le dice: “Tú decides, amigo” (“Call it, friendo”).
Quién sabe si éste es un suceso afortunado o desafortunado
El dependiente es chino y se llama Chunglang, que quiere decir «Maese La Roca», y no sonríe.
Estaba absolutamente de acuerdo con la mitad de lo que aquí se ha expuesto.
Creo...
P.D: Adoro sus incitantes propuestas, Angelicatta... puro prurito
No, Anónimo, en este caso no es antitético (haría un malísimo juego de palabras ahora, pero la idea de recibir sus azotes verbales me asusta como el resonar del agorero tañido de la campana del poema de John Donne).
No, era un gran hombre (sí, esta me parece una definición mucho más apropiada) y que mi vecina del quinto perezca en una bañera de ácido si miento.
Liuva, no he visto esa película, y no creo que lo haga en los próximos treinta años a menos que alguien como usted o nuestro experto en cine, el Sr. Marcbranches, me aconsejen lo contrario o me paguen la entrada - sinceramente prefiero lo último-
Joseba, estoy celosa, mejor adóreme a mí.
Quería compartir con ustedes una inquietud que me desasosiega. ¿Han leído algo de un tal Álvaro de la Iglesia?. Hoy he visto en la Feria un libro suyo con un título muy divertido y ha despertado mi infantil curiosidad. No sé, parece tan jardieliano, miren algunos de los títulos de sus libros y diganme si no tienen las mismas ganas de leerlos que Hitler de exterminar judios:
"Un náufrago en la sopa"(1944),
"El baúl de los cadáveres"(1948),
"La gallina de los huevos de plomo" (1950),
"Se prohibe llorar (1953),
"Dios le ampare, imbécil (1955),
"Todos los ombligos son redondos" (1956),
"Más allá de tus narices" (1958),
"En el Cielo no hay almejas" (1959),
"Los pecados provinciales" (1961),
"Yo soy Fulana de Tal" (1963),
"Mundo, Demonio y Pescado" (1964),
"Fulanita y sus menganos" (1965),
"Licencia para incordiar" (1968),
"Nene, caca" (1969),
"Requiem por una furcia" (1970),
"Mejorando lo presente" (1971),
"Listo el que lo lea"(1973),
"Es usted un mamífero" (1974),
"Tierra cachonda" (1977),
"Los hijos de Pu" (1979),
"Morir con las medias puestas" (1980)
y "La Codorniz sin jaula"(1981).
Yo he leído tres de esos hace dos imperios. Entonces me gustaron muchos. Sí, es jardielano y recuerdo que dirigió La Codorniz... ¿en su última época?
Angelicatta, era un eufemismo: la adoro.
Gracias Joseba, me anima a empezar la lectura de este autor.
Y gracias también... ahora me sonroja.
En reciprocidad, le he dejado un comentario en su blog.
Saludos
Álvaro de Laiglesia es un crack... Muy recomendable "un náufrago en la sopa"... Tengo incluso un libro suyo, de segunda mano, dedicado de su puño y letra...
"para fulana de tal, una lectora inteligente porque lee a: Álvaro de Laiglesia"...
¡Inmodestia no le faltaba!
Hace un par de meses asistí también a la representación de "El caso de la mujer asesinadita"
...y por otra parte, sí, yo también pienso que es una desgracia...
Gracias Chuso. Me ha hecho mucha gracia ese título que comenta también.
De repente tengo la sensación de que soy el único ser vivo pluricelular del planeta que no conocía a este hombre. Bueno, más vale tarde (Sr. Anónimo, si digo una frase hecha a medias, supongo que también seré sólo medio estúpida).
Sí, Chuso,no veo luz en estas tinieblas.
Angelicata, lamento decirte que del señor de Laiglesia yo también he leído uno, aunque ya no me acuerdo. Del que sí he leído bastantes es del señor Hesse, alguno de ellos tan pesados como estar una tarde entera con el sr. Anónimo en la Alhambra, en cambio, con otros sí he disfrutado con su lectura.
Como hoy me siento muy parabólica les voy a dejar otra parábola, aunque la verdad, para bolas las chinas (chistecito para que alguien me llame zopenca, y finja, que lo de fingir es una de las tres únicas cosas que hace bien).
PARÁBOLA DEL PEQUEÑO CARACOL.
Aquel pequeño caracol emprendió la ascensión a un cerezo en un desapacible día de finales de primavera. Al verlo, unos gorriones de un árbol cercano estallaron en carcajadas:
-¿No sabes que no hay cerezas en esta época del año?
El caracol, sin detenerse, replicó:
-No importa. Ya las habrá cuando llegue arriba.
Se me olvidaba decir una cosa. La frase que puse ayer en boca de Javier Bardem (Antón Chigurh) en la película de los Coen “No es país para viejos” ha sido elegida como la frase que más ha influido en la cultura estadounidense en el 2007. Esa frase se ha llevado el premio HollyWORDIE, otorgado por la organización Global Language Monitor, una institución estadounidense que analiza las tendencias del lenguaje. “Esa frase ha tenido un impacto salvaje en la sociedad estadounidense”, ha asegurado el presidente de la entidad, Paul Payack.
Y pensar que esos señores son los que domina el mundo… “Tú decides, amigo” (“Call it, friendo”).
Liuva, entre lo de Hesse, la tarde en la Alhambra, las bolas chinas y la frase esa (ese premio solo evidencia la corta edad mental de los miembros de esa asociación. Aunque me recuerda a esa de "Atrapa a un ladrón":
"Grace Kelly: Qué prefiere, muslo o pechuga?
Cary Grant: Usted elige"), yo estaría aterrada por el inminente despellejamiento por parte de ya sabe quien.
Saludos compasivos.
-Walter Matthau: Cásese con un enterrador o un verdugo; con quien sea, menos con un periodista.
-Susan Sarandon: Pero Hildy va a dejar el periodismo.
-Walter Mattahau: No se pueden quitar las manchas a un leopardo ni enganchar un caballo de carreras a un carro de basura.
"Primera plana". Billy Wilder.
Y aquí un dialogo de una de las películas que más me han hecho reir en mi vida, "La carrera del siglo" del genial Blake Edwards.
La actuación de Jack Lemmon aquí es indescriptible. Veánla.
"-¿Cuál es el siguiente Max?
-El número cinco. Se le caerá el motor al suelo.
-Jajajaja, eres un genio Max, jajajaja.......¡¡Max, el cinco es el nuestro!!."
Perdone, Sta. Liuva, si usted y yo estuviéramos juntos en la Alhambra la tarde se le haría cortísima.
Y eso que seguramente estaría vomitando.
Sí, la carrera del siglo es una de las mejores películas de todos los tiempos, incluso superior a lo verde empieza en los Pirineos.
Sí, por supuesto, si dice media frase hecha, es que debe ser medio lela.
Veo que en mi ausencia el sr. Anónimo se divierte haciendo comentarios a mi costa. Bien, le pasaré factura un día de estos y le aviso que como le considero un profesional en esto del escarnio y burla, le facturaré incluyendo el iva.
Y ahora a lo que iba. Para atraverse a comprar un libro de Alvaro de la Iglesia, primero es necesario leer algo de él.
Donna, ¡vá por usted!
"Había comprado una de esas novelas gordas a las que los editores tienen que poner faja para sujetar su gran vientre de papel. La cogí por la cintura, me tumbé con ella en un sofá, y la ayudé a quitarse las enaguas de celofán que la envolvían. Después la abrí por su primera página y mis ojos se colocaron dispuestos a emprender un larguísimo “maratón”. Disparé un tiro mentalmente para darles la salida y los dos ojos partieron al galope por la pista del texto, saltando con agilidad los obstáculos de las letras.
Y mientras la vista brincaba rozando apenas las vallas de las “m”, los postes de las “i” y las horquillas de las “y”, un mecanismo complicadísimo empezó a desenrollar dentro de mi cráneo una actividad febril: mis retinas fotografiaban las letras a toda velocidad, y los nervios ópticos transmitían con urgencia esas fotos a mi masa encefálica. Allí eran recibidas por diligentes células grises que las agrupaban formando palabras. Y en una última manipulación, que se verificaba en el laboratorio más delicado de mi cerebro, se exprimían aquellas palabras en unas redes de nerviecillos sutilísimos para extraerlas el jugo del significado que contuviesen. Y así, con este proceso tan complejo como rápido, las letras del libro se iban transformando en ideas artificiales que pasaban a alimentar el horno de mi fantasía.
Mi esfuerzo, aunque inconsciente, era terrible. Bajo mi bóveda craneana, la fábrica mental trabajaba a todo vapor. Una fábrica en miniatura, silenciosa y compleja como la maquinaria de un reloj, pero potente y activa como la “Krupp” en período de rearme. Millones de células recogían las letras que yo iba tragándome por los ojos, transportándolas en vagonetas diminutas hasta los dispositivos de la comprensión. Miles de pequeñas chispas brotaban en las terminaciones nerviosas de mi materia gris, iluminando las ristras de texto para ayudarme a descifrarlas:
“La P con la E, PE; la P con la I, PI; la T con la A, TA...PEPITA”.
Éste es, tomado en cámara lenta, el proceso de transformación de las letras impresas en imágenes, personas y cosas, para nutrir la imaginación del lector. Después de la palabra “Pepita” fueron colocándose otras muchas con velocidad del teletipo que dibujaron el carácter de este personaje ficticio. Continuando con su trabajo perfectamente sincronizado, mis sesos en ebullición tradujeron los renglones sucesivos, que contenían una descripción del novio que disfrutaba la tal Pepita.
Al concluir la lectura de la primera página, mis ojos se detuvieron en el ángulo inferior de la derecha y se montaron en el trampolín del guión que fraccionaba la última palabra, dispuestos a dar un gran salto hasta el principio de la página segunda:
“...era una chica muy gua-”.
En ese tracito que seguía al “gua”, y presintiendo el “pa” de la página siguiente que completaría la palabra, esperaron a que yo despegara la hoja con el índice humedecido para darles entrada en la carilla posterior. También se detuvo bruscamente en mi cabeza todo el taller de elaboración de la lectura, en espera de recibir nuevas remesas de letras para continuar su tarea.
Fue en aquellos segundos de pausa cuando comprendí que estaba haciendo el idiota. Aproveché aquel breve descanso para hacer un balance de las ideas que me había proporcionado el primer fragmento de lectura, y el resultado fue de una pobreza lamentable: una señorita rubia, que atendía por Pepita, amaba a un señor moreno llamado Alberto.
¿Valía la pena todo aquel derroche de energía celular para llegar a esta conclusión inicial? ¿Me compensaba concentrar todo mi esfuerzo en aquellas letras feas y negras, alineadas como hormigas en un interminable hormiguero, para sorber la esencia de una historia más o menos vulgar entre personajes sin sangre ni pellejo?
Decididamente, no. Era estúpido que un hombre normal, vivito y coleando, renunciara a todo el mundo circundante para concentrar su atención en unos garabatos trazados sobre unas hojas blancas. Era estúpido que mis ojos, como en un diminuto partido de tenis, fueran de un margen al otro de aquellas hojas durante varias horas, sometiendo a los globos oculares a una fatigosa fricción en el lecho de sus órbitas. Era estúpido someter al cerebro y los nervios a una tensión brutal para dar vida a seres y paisajes muertos.
Entonces levanté la vista del libro, saqué mis ojos por la ventana, y vi una muchacha de verdad que cruzaba la calle. No tuve necesidad de descifrar un párrafo con un total de seiscientas veinticuatro letras para fabricarme la idea de que era monísima: lo comprendí al primer vistazo, sin esfuerzo, y mi mirada rozó complacida su silueta llena de músculos y huesos auténticos. Subí los ojos después al cielo, y se posaron en una nube que huía de los pellizcos que le daba el viento. Y cuando la nube desapareció, bajé a descansar en una flor roja que había en un balcón de la casa de enfrente.
Y me convencí de que una sola mirada a nuestro alrededor vale más que un libro gordísimo. Es más emocionante ver con nuestros propios ojos la gota de agua que se escapa de un grifo que leer una descripción minuciosa de las cataratas del Niágara.
Al llegar a esta conclusión, cerré el libro. Y desde entonces no he vuelto a leer ni una línea.”
Honolulu, verano de 1953
(Es mentira, pero ¿verdad que hace bonito?)
Epílogo de SE PROHIBE LLORAR
Álvaro de La Iglésia
Y ahora que se lo ha léido, verá que se trata de un epílogo y por lo tanto le he fastidiado el final. Así que cómprese cualquier otro título.
Sr. Anónimo, usted pensaba que era afortunado al haberme conocido, y ahora lo duda. ¿nada de serendipity?
"… encontrar algo magnífico mientras se busca otra cosa, descubrir algo valioso por casualidad, realizar por azar un acto de sagacidad, ésto es serendipity…"
Esta palabra fue acuñada por un político y escritor inglés de nombre Horace Walpole bajo inspiración del cuento denominado "The Three Princes of Serendip" (en inglés, "Los Tres Príncipes del Serendip"). La palabra "Serendipity" se corresponde en la actualidad con "Sri Lanka". En esta obra los héroes siempre lograban descubrimientos afortunados. Lawrence Block opinaba: "…Busca algo, encuentra otra cosa y date cuenta que lo que has encontrado es mejor para tus necesidades de lo que tú pensastes cuando estabas en la búsqueda…Un aspecto del "serendipity» a tener presente es que tú tienes que buscar una cosa con la finalidad de encontrar otra…las ideas le llegan a la gente que es receptiva con ellas…".
Así que si busca la manera de que me "pique" con sus comentarios puede que encuentre en mí una respuesta que le eleve su "prurito". (y escoja usted la definición que más se adapte)
Buenas noches.
Anónima, gracias. Usted cuando aparece, aparece, y me alegro mucho por ello.
Con respecto a la lucha dialéctica que mantienen (espero que no lleguen a cruzar el Rubicón ninguno de los dos), disculpen que me entrometa un tanto maleducadamente, pero lo que comenta usted, Anónima, de la Serendipia, también me resultó muy curioso cuando leí sobre ello y una vez alguien me dijo algo muy parecido:
Intentas evitarlo, y sin embargo cada paso que das te acerca al peligro que quieres evitar, quieres acercarte y sucede lo contrario. Esto es emersoniano (evidentemente el increíble Ralph Waldo Emerson).
Buenas noches y gracias por fastidiarme el final de ese libro. Es usted muy considerada. ;-)
Le recuerdo que usted, mi querida señorita Anónima, fue la que hizo un facilón chiste sobre Pepys. Y tampoco son tan sangrantes mis comentarios, otras gentes que se desplazaron de olímpicas alturas a profundas simas en mi consideración, no vi que estuvieran realmente afectadas, no vi que se suicidaran en masas leminianas ni se sometieran a rituales de autoexterminio ni que la dulce vida ya no les sonriera nunca más, al contrario(para irritación mía) siguieron comiendo garbanzos(qué mal!), tontearon con sus consortes respectivos, continuaron haciendo tontas bromas, invirtieron ventajosamente en bolsa, vieron con interés las series españolas, viajaron a ciudades tan míticas como Granada, en fin, después de todo, mi anatémica maldición ni siquiera les quitó un instante de sueño.
Pero, y ¿si no buscas nada? ¿se puede hablar de serendipity?
¿Garbanzos?
Si consideramos que serendipia significa lo mismo que chiripa, entonces nos vamos aclarando un poco. Dice Umberto Eco, hablando de serendipias, que hasta el mismo Descubrimiento de América sería una serendipia, ya que el bucanero llamado Colón quería encontrar una nueve ruta a las Indias y no lo que se encontró por chiripa. De todas maneras el filibustero Colón no descubrió nada, pues ya estaba todo descubierto, habitado y funcionando. Gracias al corsario Colón tenemos que soportar a personajes como el Chikilicuatre.
Me voy a comer garbanzos.
Los garbanzos, la verdad, me parecen poco correctos, pero para que no hayan sentimientos heridos por los garbanzos, ya tenemos suficiente con la sangrante herida causada por los pepinos, lean lo que más les convenga. Usted,proteica Liuva, parece respetar la cuaresma, vaya, vaya a tomar garbanzos, no se retrase, una dilación sería fatal para su salud.
Publicar un comentario