jueves, marzo 13, 2008

Le nozze di Figaro

Gracias a la diosa Fortuna o puede que al 5% de aforo que reservan en el Palau para compras en el último momento para aquellos seres que somos rezagados por naturaleza (las entradas de venta general hacía meses que estaban agotadas; y no me extraña), pude asistir a la hermosa representación de "Las bodas de Fígaro" de Mozart; una elegante producción de la Royal Opera House Covent Garden.



Me gustó mucho, como digo, la elegancia de esta producción, con una escenografía soberbia. Con tan solo ver el acompañamiento escénico de la portentosa obertura (con el palacio, digamos, despertando; los sirvientes limpiando y abriendo los enormes ventanales para dejar paso a una resplandeciente luz -esta escena es bellísima-, en definitiva, un día, aparentemente normal, comenzando) intuí que iba a asistir a una gran representación. Y así fué, aunque el final decayera un poco para mi gusto y para lo que podía haber sido. (Cabe destacar que así como en la obertura toman protagonismo los criados y sirvientes de palacio, el final está igualemente orientado en este sentido con un rápido pero eficaz cierre).



Como estaba en la cuarta y última planta (como ven soy muy humilde y me sitúo en los asientos más sencillos), y dada mi incipente ceguera, apenas distinguía a los cantantes, y en los momentos de más embrollo, cuando llegan a reunirse hasta siete personajes cantando a la vez, admito que me habría enterado más en un congreso de cirugía laparoscópica.

Eso sí, la joven pareja de al lado llevaba unos prismáticos que parecían un telescopio de la NASA con los que, estoy convencida de ello, podrían haber descubierto nuevas constelaciones. Estuve tentada de pedírselos en más de una ocasión, pero me pareció poco digno. También pensé en arrebatárselos, pues la chica los dejó descuidadamente en el suelo donde estuvo a punto de pisarlos con su tacón de aguja, pero dada la altura a la que nos encontrábamos, tuve miedo de que el novio me lanzara por el palco si se percataba.

En el intermedio, las señoronas enfundadas en sus mejores galas y con copa de cava en mano, comentaban divertidas y con aires señoriales (y me parece que un poco borrachillas): "Ay, que bonita es esta ópera, aunque aún no entiendo por qué se llama "Las noches de Fígaro".

Me resulta realmente difícil destacar un pasaje frente a otro, pues está cargada de momentos deliciosos (La obertura, "Non più andrai", "Porgi amor", "Voi che sapete", "Ecco la marcia", "L’ho perduta" y un largo etcétera) pero como tampoco es que haya encontrado muchos en Youtube, les dejo unos pocos ejemplos de esta misma producción de Covent Garden con mi idolatrado Erwin Schrott como Fígaro.

Disfruten, si pueden, de esta ópera en su totalidad.
Les encantará -y si no, sinceramente, es que son un poco mostrencones-.

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27 comentarios:

Anónimo dijo...

Angelicata, con tu permiso y, antes de ir a la ópera, quisiera acabar con un tema que ha quedado medio colgando en la entrada anterior. Yo de lo que quiero hablar en estos momentos es de los garbanzos. Al sr. Anónimo no le gustan los garbanzos, le parecen plebeyos, pues ha de saber que el garbanzo, mi no querido Anonimouse, es un auténtico rey de reyes. El garbanzo se puede situar a la altura del caviar del Caspio, del foie gras francés, de los percebes gallegos, del jamón de Jabugo, de las anchoas cántabras o de los chipirones en su tinta.

Los garbanzos, esa excelsa leguminosa, tienen la propiedad de hacer bien al vientre, producen buen color, ayudan a expeler en el parto, acrecientan la leche, limpia los riñones, quebrantan la piedra de la vejiga, aclaran la voz, limpian los pulmones, sanan la gota y sube la líbido. ¡Qué más se puede pedir! Sr. Anónimo no sea ud. lelo y coma garbanzos, su úlcera se lo agradecerá.

Perdón, Angelicata, es que si no digo esto me da algo. Ahora sí, vamos a la ópera, que llegamos tarde.

Donna Angelicata dijo...

¿Líbido? Hoy he comido garbanzos, ahora me explico por qué he mirado de manera insinuante al vecino del tercero en el ascensor.

Me acaba de aliviar, Liuva.

Anónimo dijo...

Perdonen, sin entrar en metafísicas gastronómicas, que me aburren siempre(de acuerdo, tendrán los garbanzos todas esas innumerables ventajas que usted enumera-y me gustaría saber cómo se puede enumerar algo innumerable-,pero si simplemente no me gustan los garbanzos, no me gustan), sólo pretendía decir eso, que no me gustan y por mucho que canturree hipnóticamente las ventajas de los garbanzos seguiré detestándolos, es como si usted se tendiera desnuda al lado de la Enciclopedia Británica.
Nota: Evidentemente, no quiero decir nada ofensivo, me la imagino increíblemente hermosa, pero entre usted y la enciclopedia británica siempre me quedaría con la británica.

Anónimo dijo...

Otra nota aclaratoria: Tambíén es algo meridianamente claro que no me refiero a las estúpidas Británicas que tienen eso de macropedia y micropedia. Pensaba sobre todo en la novena y décima edición de la Británica que me gusta muchísimo.

Donna Angelicata dijo...

Evidentemente son ustedes unos mostrencos, pues prefieren hablar de garbanzos a hablar de Mozart.

Anónimo dijo...

pero a Mozart ¿no se le consideraba un garbanzo negro en su época?

Donna Angelicata dijo...

No, no, Anónima, no.

"For one moment in the history of music all opposites were reconciled; all tensions resolved; that luminous moment was Mozart."

Phil Goulding

Donna Angelicata dijo...

Se nota que quizás haya visto la película de Milos Forman, "Amadeus" (pese a la estúpida caracterización de Mozart, a mí me gusta muchísimo)

Anónimo dijo...

Tengo que protestar porque se aparte del bello tema de los garbanzos.

Anónimo dijo...

Sin embargo ya que insiste,me parece bastante garbanceril pensar que Mozart fuera un garbanzo, yo me inclinaría más bien por Beethoven, que daba mejor el tipo de garbanzo, y si queremos proseguir con la analogía, incluso más de garbanzo negro porque era más moreno(¡atención a la tesis de que Beethoven era negro ,pero que hay una conspiración de los blancos para ocultarlo) y ¿no es bastante significativo dónde lo enterraron o dónde fueron sus funerales? (no lo digo por amorfia, y no quiero decir atrofia, idiomática)

Anónimo dijo...

Buenos días. Leyendo los comentarios del viernes me ha impresionado lo que se refiere a mí y a la Enciclopedia Británica. Me recuerda a una rica anécdota que me contaron una vez: “Dos estudiantes de ingeniería estaban caminando por el campus cuando uno de ellos dijo: '¿De dónde sacaste esa magnifica bicicleta?' El segundo contestó: 'Bueno, yo estaba caminando por ahí ayer, pensando en mi trabajo, cuando una hermosa chica apareció montada sobre esta bicicleta, se bajó de la bici, la tiró al suelo, se quitó toda su ropa y me dijo: 'Toma lo que quieras'. El segundo ingeniero cabeceó afirmativamente: '¡Buena elección! ¡probablemente el pantalón no era de tu talla!'”

Lo siento mucho, sr. Anónimo, pero me ha demostrado que ud. tiene alma y mente de ingeniero. ¡Qué desastre! No hay cosa más horrible que un ingeniero pensando y actuando de ingeniero.

Angelicata, preciosas las actuaciones del Fígaro Erwin Schrott. A mí la película de Milos Forma “Amadeus” también me gustó mucho, aunque reconozco que a Mozart le caracterizaron de ingeniero, el pobre.

Freia dijo...

Jajaja. Donna Angelicata, me ha encantado su crónica de "una noche en la Ópera".
Si no es indiscreción, me gustaría preguntarle cuánto le ha costado la entrada. Se lo digo porque yo quería haber sacado mañana una entrada en el Teatro Real para ver el Fidelio, dirigida por Abbado y cuando he visto los precios me ha entrado friolera: la zona A, es decir, la única donde se ve todo, todo, todo, costaba 259 euros del ala y en la zona E, de visibilidad reducidísima, casi nula y en gallinero, la entradita costaba 58 euros de vellón. ¿Qué quiere que le diga? Me he negado... aunque sea Beethoven y Abbado... ¡una tiene sus principios!
P.D. Adoro los garbanzos, pero casi nunca puedo comerlos porque me engordan muchíiiisimo.

Chuzz dijo...

¡Bien dicho! Yo también me niego a pagar 58 euros por entrar en un gallinero. Y añado que el garbanzo embrutece... especialmente si uno en lugar de instruirse los come.

Donna Angelicata dijo...

Freia, perdón, sí, aquí las entradas también son bastante caras (evidentemente no tanto como en el Teatro Real).Normalmente oscilan entre 175€ las más caras hasta unos 38€ las más baratas, pero como soy de su misma opinión, yo las suelo adquirir el mismo día, en el mencionado 5% del aforo que guardan, con el descuento del 50%. Por unos 19 o 20 euros se puede asistir sin problema. También hay una serie de carnets que tienen un descuento del 35% como puedan ser el Carnet Jove o el Carnet Más 26.

En este recinto, no sé, aún las entradas más baratas en la última planta y con visibilidad algo más reducida, no me parece ningún gallinero.

Anónimo dijo...

Que no. Que no, Freia, que no. Los garbanzos no engordan. Lo que engorda es el tocinazo que solemos meterle, la grasaza con la que solemos condimentarlos, el panazo que nos metemos con ellos. Pero las legumbres, no engordan.

Eslogan: EL GARBANZO ES INOCENTE, EL CULPABLE ES EL TOCINO.

Y voy a dejar el tema de los garbanzos porque van a pensar ustedes que me dedico a la venta del garbanzo y otras legumbres.

Donna Angelicata dijo...

"En todo cocido siempre hay un garbanzo negro".

Liuva, por supuesto que no me refiero a usted (y no, mucho menos a Mozart)

Anónimo dijo...

¿Por qué, por qué, por qué se me ocurriría decir lo de los garbanzos?. No tengo nada en contra de ellos, me da igual si son plebeyos o elitistas, si los que los comen se hacen gordos o como Gore, si son buenos para el cutis o la memoria, si te hacen más atractivo o más repugnante, si los comen los falleros o los de moros y cristianos(apostaría a que los comen los dos subgrupos sociales), simplemente no me gustan y no quiero oir nada de ellos, jamás, nunca, never(¿donde están ahora esos idiotas gallegos petroleros?, además de que son unos copiones, aquí me gustaría verlos). ¡Quiero un blog libre de garbanzos y de citas de Wilde! ¡LO EXIJO!

Donna Angelicata dijo...

Sí, hoy me he encontrado -lo juro- con que tenía garbanzos para comer. Pues bien, créanme si les digo que me he negado completamente a ingerir ni uno solo por culpa de ustedes.

¡Me llevan a la inanición!

Anónimo dijo...

De acuerdo, no más garbanzos. Como diría el cuervo: nunca más.

Como nos les veré hasta el martes que viene por lo menos porque me voy de viaje a Zamora, les deseo unas navidades felices y que la pasión sea con ustedes. Angelicata, cuídate, que te me estás quedando en los huesos.

Por cierto, me estoy dando cuenta que en Zamora están los mejores garbanzos de mundo: los de Fuentesaúco. Qué menos que dedicarle una oda a tan magnánimos garbanzos.

ODA AL GARBANZO DE FUENTESAÚCO

Hierve el puchero y tintinea su tapa
y no le va a la zaga del puchero
el ala generosa del sombrero
donde una idea hierve y se destapa.

Se cuece la razón y el vaho escapa
mientras la pluma torna a su tintero
y el garbanzo revienta y queda entero
y un vapor cariñoso el vidrio empapa.

Y Quevedo desata su balduque
de un gran fajo de cartas alusivas
que se van derramando en su tabuco.

Al compás del puchero, el Conde-Duque
hierve por sus agudas invectivas
como un garbanzo de Fuentesaúco.




Y el Cuervo dijo: “Nunca más”.

Anónimo dijo...

"Lo que un hombre pone en la mesa es inseparable de su estilo" Oscar Wilde.


O sea, que si Donna pone garbanzos en su mesa, sin duda eleva la categoría de esas legumbres hasta un nivel sólo comparable con el "néctar y la Ambrosía".


Liuva, que disfrute en Zamora.

Donna Angelicata dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Donna Angelicata dijo...

Gracias Anónima, aunque los garbanzos no estaban exactamente en "mi" mesa sino en el comedor de mi lugar de trabajo, le agradezco el cumplido (aunque a mí me gusta más la hidromiel -véase La Walkiria-)

Sepa que ayer compré un libro de Edhasa de Aforismos de Oscar Wilde (imagino que al Sr. Anónimo esto le disgustará muchísimo).

Sí, Liuva, paselo bien la ciudad de las rutas románicas y las almendras garrapiñadas.

Un saludo

Anónimo dijo...

Se equivoca, no, no me molesta Oscar Wilde, incluso podría decir,y espero que no me malinterprete, que me gusta. Lo que me molesta es el contumaz citador de citas de Wilde, que con una pose que pretende ser pareja a la de él, allá que nos arrea una cita de Wilde a la menor oportunidad, ¡él sí que habría entendido al pobre Wilde!, (no es paternalismo, es lo que pienso sobre sus terribles últimos años) va de exquisito,maldito, elegante y triunfador, si hubiera estado en 1895 nada le habría pasado a Wilde, aquí tenemos al heroico defensor de causas perdidas que ahora ganan. En realidad, son unos pelmas, y que me perdonen los que lo citan apropiadamente. Salvando las distancias, pasa lo mismo con las citas de Elias Canetti, no puedes dar una patada sin que le des a un imbécil que lo vaya citando.

Anónimo dijo...

Perdón por entrar a lo talibán ortográfico. Ódienme si gustan, pero poseen un verbo divino y han pasado por alto que libido es llana.

Y ya que estoy, he de confesarles que hoy he comido unos estupendos garbanzos que, junto a unas pasas y unos huevos duros no menos estupendos, acompañaban tan ricamente al prescrito y aún no proscrito bacalao de Viernes Santo.

Por otro lado, soy lector confeso de Galdós, Benito el Garbancero, a todas luces (de bohemia, claro). Y sólo entiendo los denuestos al garbanzo, si se es inquilino de cierta casera en el nº 13 de la Rue del Percebe. Claro, que mejor sería si ustedes no estuviesen de acuerdo conmigo, pues como dijo Oscar Wilde: "Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo de estar equivocado."

Anónimo dijo...

¡hombre! ¡Tenemos un nuevo especímen..un genuino Tipex ortográficus del género garbancilense! Bien-Benito, póngase cómodo pero no se descalce, aquí tenemos un olfato muy fino.

Anónimo dijo...

Saludos. ¡Vayan ustedes en Semana Santa a Zamora, es impresionante! No hay ciudad que tenga en tan poco espacio tanto románico y de tan buena calidad (me pregunto cómo lograrán quitar las telarañas del techo). Angelicata, las almendras garrapiñadas una delicia… y las aceitadas… y los rebojos… y las sopas de ajo y… Lamentablemente no he tenido tiempo de comer garbanzos de Fuentesaúco, las 28 horas al día no me daban para más.

Señor JNJ lamento que su libido sea llana, la mía, afortunadamente, ha sido y sigue siendo esdrújula. Psicoanalícese y ya verá como la sube.

Anónimo dijo...

Compruebo por su primer párrafo, que gusta usted de sucumbir ante la tentación de la gula. Y, atendiendo a su segúndo párrafo, parece que, asimismo, sucédale lo propio con la lujuria. Enhorabuena, pues, por su envidiable talante goliardo y su clara inclinación al hedonismo. Resulta reconfortante saber que todavía quedamos pecadores de la tradición capital, ahora que la Iglesia parece querer cebarse con aquellos que se fuman un canuto o no reciclan residuos. Estimado (¿o estimada?: nunca aprendí la lista de los reyes godos) Liuva, mi libido no es esdrújula; pero si usted identifica esdrújula con mayúscula, he de decirle que, siendo la mía llana, por sinonimia, lo es también grave. Y de ahí, por polisemia: "de mucha entidad o importancia". Y ya me conformo; después de todo, a mis años, me sobra. Y además me ahorro el "pastón" del "pepsicólogo" para el "pepsicoanálisis" que usted me propone.

Afectuosamente suyo (de ustedes), un desocupado lector.