lunes, diciembre 22, 2008

La demostración imposible de Houdini

Anoche estuve viendo la película "El último gran mago", con Guy Pearce (Memento) y Catherine Zeta- Jones. En realidad, no me gustó demasiado, sin embargo, he estado leyendo un poco acerca de la vida del histórico ilusionista Harry Houdini, protagonista de la historia, y he encontrado esta curiosa anécdota que desconocía (también hay una historieta relacionada, acerca de las hadas y Conan Doyle realmente peculiar):


Durante algunos años, el mago Harry Houdini y el escritor británico Sir Arthur Conan Doyle, creador de las historias de Sherlock Holmes, fueron amigos. Uno era un archi-escéptico (Houdini), mientras que el otro era un ferviente creyente del Espiritualismo (Conan Doyle).

Posiblemente esperando demostrar a Doyle lo fácil que era verse engañado por mediums, Houdini ofreció a su amigo una extraordinaria demostración, en su propia casa, en presencia de Bernard M.L. Ernst, amigo de Houdini y abogado. Las memorias de Ernst revelan lo que sucedió aquella noche.

Mene, mene, tekel upharsin

Houdini fabricó lo que parecía una pizarra normal, de unos 45 centímetros de largo por 38 de alto. En dos esquinas de esta pizarra se habían practicado agujeros y a través se estos agujeros se habían pasado cables. Estos cables tenían varios pies (un pie equivale a unos 30cm) de longitud, y se habían unido ganchos a los otros extremos de los cables. Los únicos accesorios eran cuatro pequeñas bolas de corcho (de unos dos centímetros de diámetro), un tintero lleno de tinta blanca, y una cuchara de mesa.Houdini pasó la pizarra a Sir Arthur para que la examinara. Se le pidió que suspendiera la pizarra en mitad de la sala, a través de los cables y ganchos, dejándola libre para balancearse, a varios pies de distancia de cualquier cosa. Para eliminar la posibilidad de conexiones eléctricas de cualquier tipo, se pidió a Sir Arthur que colgase los ganchos del lugar de la sala que quisiera. Colgó uno sobre el borde del marco de un cuadro, y el otro en un gran libro, en una estantería de la biblioteca de Houdini. La pizarra de esta forma podía balancearse libremente, en el centro de la sala, quedando soportada por los dos cables que pasaban a través de los agujeros en sus esquinas superiores. La pizarra fue inspeccionada y limpiada.

Houdini entonces invitó a Sir Arthur a examinar las cuatro bolas de corcho del platillo. Se le pidió que seleccionara la que quisiera, y, para demostrar que no estaban preparadas, a que las cortara en dos con su cuchillo, de esta forma verificando que eran simples bolas sólidas de corcho. Todo se hizo sin problemas. Otra bola fue seleccionada entonces, y, mediante la cuchara, se colocó en la tinta blanca, donde fue removida hasta que su superficie quedó igualmente cubierta con el líquido. Se dejó entonces en la tinta para que absorbiera tanto líquido como fuese posible. A petición de Houdini, Sir Arthur se llevó las otras bolas con él para examinarlas.

“¿Tiene un trozo de papel en su bolsillo y algo con lo que pueda escribir?”, preguntó Houdini a Doyle. Tenía un lápiz.

“Sir Arthur”, continuó Houdini, “quiero que vaya fuera de la casa, pasee a dónde guste, tan lejos como quiera y el cualquier dirección; entonces escriba una pregunta o frase en ese trozo de papel; póngalo de nuevo en su bolsillo y vuelva a la casa”.

Doyle obedeció, anduvo tres manzanas y giró una esquina antes de escribir sobre el papel. Cuando regresó, Houdini le invitó a tomar la cuchara y remover la bola de corcho, que había estado empapándose en tinta blanca, y luego tocar la bola con el lado izquierda de la pizarra. La bola quedó “pegada” allí, aparentemente por su propia voluntad. Lentamente comenzó a rodar por la superficie de la pizarra, dejando un rastro blanco conforme lo hacía. Conforme la bola rodaba, se vio que escribía las palabras: “Mene, mene, tekel upharsin”, las mismas palabras que Doyle había escrito. Los invitados quedaron sin habla.

Houdini se volvió hacia Doyle y dijo: “Sir Arthur, he dedicado una gran cantidad de tiempo e imaginación en esta ilusión; he estado trabajando en ella, una y otra vez, todo el invierno. No le voy a decir cómo la he realizado, pero puedo asegurarle que es un truco. Lo he realizado por medios perfectamente normales. He ideado esto para demostrarle lo que puede hacerse en estas líneas. Ahora, le ruego, Sir Arthur, no llegue a la conclusión de que ciertas cosas que no ve son necesariamente “sobrenaturales”, o realizadas por “espíritus”, simplemente porque no pueda explicarlas. Esta es una maravillosa demostración como ha podido ser testigo, dado que ha comprobado los elementos, y puedo asegurarle que lo he realizado mediando trucos y nada más. Tenga, por tanto, cuidado en el futuro, al asignar fenómenos simplemente porque no puede explicarlos. Le he ofrecido esta prueba para advertirle de la necesidad de cautela, y sinceramente, espero que saque beneficio de la misma”.

“Sir Arthur”, recuerda Ernst, “llegó a la conclusión de que Houdini en verdad logró esta hazaña mediante ayuda psíquica, y no se le pudo persuadir de otra cosa”. La reacción de Doyle, y el rechazo a considerarlo un truco incluso cuando fue admitido por el mago, era tan típica, apunta Houdini, que “es poco sorprendente que su creencia en el Espiritualismo sea tan implícita.”


El secreto de Berol
El secreto del truco permaneció como un misterio hasta que el mago e historiador Milbourne Christopher lo reveló en su libro Houdini, A Pictorial Life. “Ni Doyle ni Ernst”, escribió Christopher, “pudieron desvelar el misterio. Habrían quedado menos sorprendidos si hubiesen visto al amigo de Houdini, Max Berol, realizarlo en Vaudeville”. Berol lo había estado realizando durante años, tanto en Europa como en América, un acto en el que una bola manchada de tinta escribiría en una pizarra aislada las palabras gritadas por miembros de la audiencia:

“Berol hizo esto cambiando la bola de corcho sólido por una con un núcleo de hierro. Un imán en el extremo de una vara, manipulado por un ayudante oculto tras la pizarra, provocaba que la bola se adhiriera y se moviese aparentemente por su propia voluntad. Después de que Berol se retirase, Houdini compró el equipo. Un ayudante en la sala adyacente a la biblioteca de Houdini había abierto un pequeño panel en el muro y extendió una vara con un imán a través del mismo. La bola de la pizarra tenía un centro de hierro, por supuesto.


Ernst no había recordado que cuando Doyle volvió a la sala, después de haber escrito las palabras fuera, Houdini había hecho una comprobación para asegurarse de que el trozo de papel estaba en el que había escrito Doyle estaba doblado, entonces se lo devolvió inmediatamente a su amigo. Antes de hacer esto, el mago había intercambiado los papeles. Mientras Doyle estaba ocupado recuperando la bola del tintero y llevándola a la pizarra, Houdini leyó las palabras. Su conversación dio la indicación al ayudante oculto. Una vez que el mensaje estuvo escrito en la pizarra, Houdini pidió el papel a Doyle para verificar las palabras. Abrió el papel en blanco, simulando que leía las palabras del mismo, y luego volvió a cambiarlo por el original mientras retornaba el papel original a su amigo. Más tarde, Houdini explicó este proceso de intercambio durante unas charlas públicas sobre mediums fraudulentos”.

14 comentarios:

Josep dijo...

No he visto la película que citas, Donna, pero seguro que la anécdota que gentilmente reproduces es muchísimo más interesante.

Saludos.

Donna Angelicata dijo...

Desde luego que sí, Josep. La película es lenta, aburrida e insulsa. Catherine Zeta-Jones, con lo guapa que es esta mujer, parece tonta de remate (aunque ahora que lo pienso, una cosa no quita la otra). Además no es muy fiel a la verdadera historia de Houdini.

Si tuviera que elegir, que no tengo, me gustó más "El truco final".

Saludos

Anónimo dijo...

“Mi padre me decía que podía matar todos los pájaros que quisiera, pero que matar a un ruiseñor era un gran pecado, porque los ruiseñores lo único que hacen es cantar para regalarnos el oído”
(“Matar a un ruiseñor” de Robert Mulligan)

Ha muerto Robert Mulligan. Tenía 83 años y una dolencia cardiaca. Hizo películas inolvidables: “Matar a un ruiseñor”, “Verano del 42”, “El Otro”, “El próximo año, a la misma hora”…

François Truffaut dijo de él: “Si existieran más directores como Mullingan, el mundo sería un lugar mejor”.

“Atticus decía que nunca conoces realmente a una persona hasta que no has calzado sus zapatos y caminado con ellos”. La interpretación de Gregory Peck como Atticus en “Matar a un ruiseñor” ha sido una de las más impresionantes de la historia del cine. Le dieron un Oscar, pero se mereció dos.

Angelicata, el próximo año hablaremos del espía Houdini y del drogadicto Conan Doyle.

Anónimo dijo...

Saludos a tod@s. Interesante artículo. Como interesante y entretenidísima recuerdo una película biográfica titulada precisamente "Houdini", que interpretaba Tony Curtis.

Donna Angelicata dijo...

Sr. Librepensador, qué alegría verle de nuevo por aquí. Y qué alegría que mencione esa película que desconocía. La conseguiré de inmediato.

Muchas gracias y felices fiestas a todos.

PD: Mi Papa Noel se adelantó: Los cuentos completos de Saki, la octava sinfonía de Gustav Mahler, El anillo del Nibelungo en cd y dvd, Lohengrin, Tristan e Isolda... ¡Gracias, gracias Papa Noel!

Rayuela dijo...

¡Interesante anécdota! Sí, también es muy conocido el asunto de Conan Doyle y las hadas).

No he visto la película que mencionas, la verdad porque no me atrae en absoluto, ¡y tras tus comentarios, menos! El truco final sí que me fascinó.

¡Felices fiestas y buenos regalos los que te han traído por adelantado! Besitos.

Donna Angelicata dijo...

¡Rayuela! Gracias por tu comentario.

Espero que el señor regordete-reparte-regalos sea tan benevolente contigo como conmigo. Aunque para ello tendrías que haber sido tan buena y angelical como yo este año.

;-)

Donna Angelicata dijo...

Aunque poco o nada tiene que ver con el asunto, no puedo resistir y voy a rescatar aquí este fragmento tan divertido de mi querido Jardiel:

"Entonces, con esa predilección que tienen los enamorados de saber con detalles las cosas que más han de hacerles sufrir y que se asemeja a las ganas que tienen siempre de tocar el violín los violinistas malos, decidió tirar de la lengua a Stappleton:

- ¿Tal vez Lady Brums ha tenido amantes en Londres?

- En el único sitio donde Silvia no ha tenido amantes es en el interior del Vesubio- replicó Rudyard dando a la conversación un aire plutónico."

Freia dijo...

¡Qué delicia de anécdota Donna Angelicata!.
Me ha recordado también lo que decía la mujer del protagonista del péndulo de Foucault de Eco. Que las cosas solían tener explicaciones mucho más normales de las que la mayor parte de la gente les atribuía.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Primero, Feliz Navidad, sobretodo a los más ancianos de este lugar, que por lo que puedo suponer, tienen que ser Donna Angelicata y Doña Liuva( siento la muerte de Mulligan, honorable Liuva, pero sus películas, al menos las que ha citado usted, me parecen un tostón-nada parecido por ejemplo a Cuando ruge la marabunta-. Y lo de meterse en los zapatos de otros, diga lo que diga Atticus, es una auténtica porquería(espero que esto no lo vean como una proyección). El otro día estaba en la conserjería de un centro educativo, o al menos asi lo llamaban, por razones de mi profesión(no les daré pistas pero si piensan que soy algo así como representante de fotocopiadoras, se estarán casi quemando) y un niña que llevaba unos patines en la mano pedía a la señorita conserje un plástico, que le fue dado, yo inquirí sobre ello y bueno..., y si ahora no entienden la necesidad de una objeción pedéstrica es que entonces tienen que ser tan cortos como granujas(y cortos irónicamente también) son el Borbón,su primer ministro y su jefe de la oposición).
Estoy totalmente a favor, Donna, de que se le regale a cualquiera- a cualquiera que no se parezca en lo más mínimo a los tres tipos de antes- los relatos de Saki, pero la octava de Mahler, como regalo, no sé... me parece un poco cursi;yo, que tengo tan buen gusto habría regalado la novena o la séptima, pero la octava! No sé si habrá sido su tio o su yerno, Donna, pero si ha sido alguien con pretensiones sentimentales merece que usted encuentre un Gropius. Bueno, Feliz Navidad a todo el mundo(Eso de decir felices fiestas me parece cosa de ...-había puesto algo denigrante, pero como veo que alguien de este blog lo ha escrito lo borro en atención a estas fiestas)

Josep dijo...

Hasta ahí podríamos llegar, señor anónimo:
Sus ganas de provocar exceden cuando califica como de "tostón" a películas como Verano del 42 y Matar a un ruiseñor.

Seguramente Vd. será un fan devoto de las correrías de Esteso y Pajares, mire lo que le digo. Porque la llamada a Cuando ruge la marabunta no le salva de la pira, por incongruente.

Claro que sobre gustos.... ya se sabe.

Le iba a desear una Feliz Navidad, pero lo dejaré para la del año que viene, vista la hora....

Anónimo dijo...

Pero perdone, don Josep, aunque tengo en muy alto valor sus opiniones cinematográficas, y no estoy siendo irónico, sólo estaba hablando de mis inclinaciones y a mí esas películas me parecen, una calenturienta imaginación adolescente y la otra la típica de los sesenta para quedar bien con los negros( y con ellos mismos)- a mí, si quiere alguien lavarse su conciencia me parece mucho mejor que lo haga a solas y no a lo Rousseau, que me parece un truco muy sucio; qué ironía!, lavar la conciencia en público es algo muy sucio-. He mirado entre su filmografía y de las que salvaría está camino de la jungla(está todo lo que le pido a un película, aventuras, selva, cosas espantosas, médico gordo y malhumorado y enfermeras bonitas) y creo que he sido injusto antes con esta película, El otro.
Por otra parte, desde luego que no me gustan las de Pajares y Esteso(bueno, si las comparamos con el cine "hispánico" de ahora desde luego que sí), pero claro está que las de Landa como No desearás al vecino del quinto me parecen el pináculo del cine español.

Donna Angelicata dijo...

Bueno, ¡qué panorama! Después de las comilonas de estos días pasados, no sé si estoy preparada para enfrentarme a ustedes.

Muchas gracias Freia. Sí, y ahora me recuerda usted al postulado de la Navaja de Occam según el cual en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta.
Por cierto, me encantó su entrada acerca de la Natividad... y la música, como siempre, hermosa. Yo ayer estuve escuchando el Oratorio de Navidad de Bach como no podía ser de otra forma en estas fechas. Un cordial saludo, Freia. Es usted adorable.

Sr. Anónimo, ¡ha vuelto! ¡Y con que fuerzas! No le voy a decir quien me regaló la octava de Mahler (pero dudo que hubieran pretensiones sentimentales o parejiles). No obstante, como usted tiene tan buen gusto, y de ello se jacta, le permito que me regale la séptima o novena, que no tengo. Lo que no tengo decidido es como puede hacermelo llegar pues me niego a darle mi dirección, quién sabe que rarezas podría cometer.

Le dejo con esta sentencia emersoniana que seguro que le gusta:

Ley de la individualidad: Usted es usted y yo soy yo, y así nos quedamos. Emerson.

Anónimo dijo...

Hmmm... Jamás he visto mejor retratado el mundo de la infancia en el cine que en "Matar a un ruiseñor", de Mulligan. Si tienen ocasión de verla de nuevo, observen (hablo de memoria) la puesta en escena (evidentemente, mérito del director) de una secuencia en la que los niños van hablando mientras caminan, saltando obstáculos, retorciendo sus cuerpos por el pasamanos de una escalera... magnífico.
Mejores o peores películas, las tiene... pero reconozco una especial debilidad por la última que dirigió (que yo sepa), titulada aquí en España "Un verano en Louisiana", de 1991.