viernes, noviembre 30, 2007

Emociones racionales

- Bitzer- dijo el señor Gradgrind, abatido y miserablemente sumiso-, ¿no tienes corazón?.
- La circulación, señor mío- replicó Bitzer, sonriendo ante la extravagancia de esa pregunta-, no podría llevarse a cabo sin un corazón. Ningún hombre que conozca los datos acopiados por Harvy acerca de la circulación sanguínea puede dudar que yo posea un corazón.
- ¿Está abierto a alguna influencia compasiva? - exclamó el señor Gradgrind.
- Está abierto a la Razón, señor mío- respondió este excelente joven-. Y nada más.

Charles Dickens. Tiempos difíciles.

Y ahora me pregunto... ¿son realmente irracionales las emociones?

domingo, noviembre 25, 2007

Meme

Llámenme mema (ja, qué ingeniosa soy) pero tengo que admitirles que mi supina ignorancia (yo más bien diría estupidez) llega hasta el punto de no saber que este simpático término ha adoptado un nuevo uso en la blogosfera.

Les voy a confesar algo que todavía les va a resultar más deplorable. Después de un fútil intento por entender en que puede consistir este experimento, sólo llego a la inane conclusión de que es como si el fin último fuese conseguir que el lugar cibernético de uno tenga más movimiento que un tercer acto de vaudeville.

De todas formas, como ha sido mi apreciado Sr. Dardo quien me ha lanzado a este juego, no voy a atender a racionalidades y obediente y sumisamente, publico la imagen actual de mi escritorio. La fotografía es nada menos que el impresionante Palau de les Arts. Aunque es cierto que últimamente ha sufrido cierta desmitificación por múltiples problemas de diseño, su imponente exterior y sobre todo, la belleza de lo que se interpreta en su interior, han hecho que esté ahí.
Por lo demás, sólo quiero aclarar que todos los iconos ludópatas que aparecen, se deben a ciertos virus que me acechan.

Aunque a decir verdad, pueden pensar lo que deseen, después de todo, ¿creen que para suponer un océano basta con conocer una gota de agua?


viernes, noviembre 16, 2007

Bondad y Maldad

Si temes que la gente se entere
de que has hecho algo malo,
entonces es que hay algo bueno en lo malo.
Si quieres que la gente sepa
que has hecho algo bueno,
entonces es que hay algo malo en lo bueno.

Confucio

lunes, noviembre 12, 2007

Sorolla y Enrique IV

Tengo que admitirles que mi estupor y desconcierto han acariciado niveles poderosamente funestos para mi capacidad -ya de por sí escasa- de entendimiento, cuando he visto en las noticias que cientos, ¡qué digo cientos!, miles de personas se agolparon la otra noche ante las puertas de la Fundación Bancaja para admirar los colosales y costumbristas lienzos del pintor valenciano, Joaquin Sorolla, en una exposición única e inigualable (esto me lo he inventado, pero seguro que algún sagaz columnista ya lo habrá dicho). Perdonen, no dudo que lo sea -no duden que no lo dude- pero ingenuamente me pregunto cuánta gente espontáneamente experimenta este insaciable amor por el arte sorollanil como para hacer cuatro horas de cola a las 3:00 de la madrugada un miércoles. Y todo para ver a unos tipos a caballo vestidos de hortelanos o a unas señoritas en un singular ritual folclórico.

Evidentemente, mi conclusión es que no es Sorolla en sí mismo el reclamo fundamental. Si me someto a una estricta introspección -acabo de hacerlo, y también he estornudado- para intentar descubrir y mostrarles, ¡oh almas cándidas!, que pudo mover, y que aún mueve, a esa enorme masa humana (aclaro que lo de enorme es por cantidad numérica, aunque enfocaron a un par de tipos un tanto.. bien, sigamos) a hacer un sacrificio tan sumamente estúpido y desfavorable con sus propios cuerpos, alcanzo la trágica y extraña convicción de que debe haber algo más, algo oculto, un siniestro valor añadido mediante el cual al día siguiente esas 3500 personas al llegar ojerosos, amortecidos y reptadores a sus trabajos -si es que trabajan- pueden efectivamente decir, con infinito orgullo y victoria, a sus miserables pero despiertos y productivos compañeros: "Ayer un Sorolla" (sí, pero a las 4:00 de la madrugada, so grullo).


Me he recordado a un texto de Poncela sobre un retrato de Enrique IV. Y así como no me gusta que se guarden las cosas ingeniosas para sí mismos, buitres egoistas, a mí no me satisface disfrutar en soledad de este gran hombre, así pues, tengan paciencia, beban un sorbo de agua y sigan leyendo, haraganes:

HALLAZGO DE UN RETRATO DE ENRIQUE IV

En una alacena del convento de Anima-Christi, de Amiens, ha sido hallado un hermoso cuadro al óleo con la siguiente inscripción: "Enricus Quartus Rege Cuadrupedante Instantanae naturalis". Dicha descripción quiere decir, poco más o menos: "Instantánea tomada al natural, del Rey Enrique IV encuadrupedado".

Se trata, pues, como comprenderán nuestros lectores, que son muy inteligentes a pesar de leernos, de un retrato ecuestre del rey Don Enrique IV de Francia, antes de ser asesinado.En dicho retrato, el caballo, que es el que aparece debajo, ha salido algo movido, pero la figura está para comérsela.

En la parte superior derecha se ve una gran copa, que, en opinión de los eruditos, simboliza la sed que pasaba Enrique IV cada vez que salía a dar un paseo a caballo. Más arriba de la copa hay un 11 bien visible, número que puede interpretarse de dos maneras: o bien suponiendo que el 11 era el tranvía favorito del democrático monarca, o como una alusión a las 11 hermanas gemelas que sedujo en uno de sus viajes a Poitiers. Dicho número 11 dicha copa aparecen invertidos en la parte inferior del retrato. Se cree que esto quiere decir que Enrique IV se había bebido ya el vino de la copa y que las 11 hermanas gemelas le fueron infieles y tuvo que mandarlas colgar por los pies de una almena.

En fin, es un retrato precioso, y circulan insistentes rumores de que el Estado se va a quedar con él. Como el Estado francés no tiene una perra gorda, no nos explicamos el hecho.

Pero en fin, eso dicen. Otros dicen, en cambio, que el retrato no es un retrato, sino el caballo de copas.


Enrique Jardiel Poncela, "El libro del convaleciente"

martes, noviembre 06, 2007

¿La belleza lo redime todo?

"Pues si una vez un hombre consiente en un asesinato, al poco tiempo comienza a darle poca importancia al robo; y del robo pasa a darle a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y de ahí sólo queda un paso para la descortesía y la falta de puntualidad. Una vez que alguien ha comenzado a descender por este sendero, nunca se sabe cuándo podrá parar." Del asesinato considerado como una de las bellas artes". Thomas De Quincey.

Sin duda se trata de uno de los escritores más brillantes y raros del siglo XIX. Destaca en él su siniestra inclinación por lo cruento, lo salvaje y lo telúrico. Su espíritu alentaba una eufórica atracción por la extinción y la muerte. Se sumergió en un tétrico universo, lleno de tribulaciones y espantos, donde se retuercen ilustres exponentes del homicidio y del crimen.

En su obra Del Asesinato considerado como una de las Bellas Artes, De Quincey eleva el homicidio a una categoría excelsa. Una lírica pasmosamente sobrecogedora se vierte en sus páginas. Los ladinos personajes de Shakespeare, los héroes de Homero y los condenados del infierno de Dante resuenan en esos párrafos con la armonía del claviórgano de un monasterio y la vorágine del bullicio de Londres.

De Quincey rememora en primer término la epopeya bíblica de Caín, la exalta a categoría de arte sublime. El primer homicida es convertido en imaginativo poeta que tan solo con un pedazo de roca construye una catedral de inigualable belleza y armonía.
Este libro no es otra cosa que la apología de una profesión desconocida, la de liquidar a otro ser humano de manera impune, en sincera rebelión contra las normas de la ética, la moral y la ley. De Quincey alaba la belleza del acto criminal de eliminar físicamente a una persona en un acto aplastante, de absoluta naturalidad. Le ofrece valores cercanos a la grandeza de una escultura, una pintura o una obra musical. Este acto excede la medianía de la masa, lo cavernario de su banal existencia.

Asesinar, para De Quincey, no es un instinto, es una motivación para los espíritus sensibles, para las almas exquisitas. Son virtuosos aquellos que superan las reglas.

Quienes hayan visto la inconmesurable película de Hitchcock, La Soga, podrán vislumbrar cristalinamente esta filosofía. Dice, Brandon, el personaje central: "El asesinato es un delito para muchos, pero un privilegio para unos pocos" o "Siempre he deseado tener más talento artístico. Bueno, el asesinato puede ser también un arte. El poder de matar puede ser tan satisfactorio como el poder de crear."

Por favor, no me apedreen (o por hacer un guiño hitchcockniano , no me estrangulen), ustedes ya conocen mi angelical alma, véanlo sencillamente como una ingenua exaltación de dos obras cuya exquisitez artística trasciende toda moral.

sábado, noviembre 03, 2007

Chestertonadas

Decía Chesterton en “El hombre eterno”:

“Si [la fe cristiana] fuera un error, da la impresión de que difícilmente podría haber durado mas de un día. Si fuera un mero éxtasis, daría la impresión de que tal éxtasis no podría durar mas de una hora. Ha durado casi dos mil años; y el mundo animado por esa fe ha sido mas lúcido, más juicioso, mas razonable en sus esperanzas, más sano en sus instintos, más divertido y alegre al enfrentarse con el destino y con la muerte, que todo el mundo fuera de esa fe. Porque de aquel Cristo increíble salió el alma de la cristiandad, y esa alma era el sentido común”.

Decía Chesterton en “Lo que está mal en el mundo” (1910):

“Si los americanos pueden divorciarse por “incompatibilidad de temperamentos” no puedo entender por qué no están todos divorciados. He conocido muchos matrimonios felices, pero nunca uno “compatible". La idea del matrimonio es luchar y sobrevivir el instante en el que la incompatibilidad se hace incuestionable. Porque un hombre y una mujer, en cuanto tales, son incompatibles.

El mismo año, un artículo de Robert Dell afirmaba que el hombre que se hace católico “deja su responsabilidad en el umbral y cree en los dogmas para librarse de la angustia de pensar”.

Chesterton responde así:
"Euclides, al proponer definiciones absolutas y axiomas inalterables, no libra a los geómetras del esfuerzo de pensar. Al contrario, les proporciona la ardua tarea de pensar con lógica. El dogma de la Iglesia limita el pensamiento de la misma manera que el axioma del Sistema Solar limita la Física: en lugar de detener el pensamiento, le proporciona una base fértil y un estímulo constante".

Poco después, en el Daily News, Chesterton invita a los racionalistas a ser realmente razonables y lógicos: "Yo creo -porque así lo afirman fuentes autorizadas- que el mundo es redondo. Que pueda haber tribus que crean que es triangular u oblongo no altera el hecho de que indudablemente el mundo tiene una forma determinada, y no otra. Por tanto, no digáis que la variedad de religiones os impide creer en una. No sería una postura inteligente."

La última chestertonada de hoy la encontré en un espléndido blog (Rayos y truenos). Es un poema verdaderamente hermoso. Literalmente, el autor del blog dice lo siguiente:

Chesterton hace un profundo análisis del matrimonio indisoluble y de las razones por las que compensa defenderlo, luchar por él. La clave es su belleza superior. Las películas y las canciones se fijan usualmente en el enamoramiento porque el amor constante es más difícil: demasiado grande y a la vez demasiado sutil para filmarlo o cantarlo.
En este sentido, Chesterton también es un adelantado. Escribió un poema ejemplar sobre el romanticismo de envejecer juntos, disfrutando desde los cambios más pequeños hasta los de la edad. Y frente a los cambios, lo que no cambia:

EL ÚLTIMO DISFRAZ

Tiñes tu blusa blanca con un verde más suave
como cuando volviste tu melena castaña,
y entonces brotó en mí esta oración tan rara,
la más rara que nunca haya dicho un amante:
“Que yo que vi tu juventud brillar
—arco iris cambiante de unas ropas a otras—
pueda verte en la tierra ciñendo la corona
de plata de la edad.
Empolvarás tu pelo de forma sorprendente,
maquillarás tu cara con pinturas muy pálidas;
pero, alegres, detrás del velo y de la máscara,
tus ojos inmortales mirarán como siempre.”


"Si el matrimonio es una espada, mejor que los aceros se unan cuando están al rojo vivo". G. K Chesterton